LA ERMITA “TEMPLARIA” DE TALAMANTES
LA ERMITA “TEMPLARIA” DE TALAMANTES
Ya salió esta ermita en el artículo del camino de la Vera Cruz, el llamado también “camino de los Templarios”, que pasaba asimismo por esa localidad. Ya vimos, pues, que Mesones por aquí no estaba solo (también vimos ahí que los templarios tenían un pequeño castillo en Calcena; y ya sabemos lo de Ricla, muy cerca de Mesones, su término; andando, no se tarda mucho). Y vimos cómo ésta era una de las dos rutas en la comarca del Aranda de dicho camino: la que venía desde Tarazona por el Monasterio de Veruela. La otra era la que venía desde Borja pasando por Tabuenca y por el puerto de la Chabola; ésta algo más ”llana”. Las dos, hacia la comarca del Aranda y hacia Calatayud, y hasta Caravaca de la Cruz. La del puerto de la Chabola, como vimos, era la que se desviaba hacia Mesones (por la Cañada y por Andacón) cuyo castillo se veía ya desde las primeras curvas de dicho puerto (después, desde Mesones, partía hacia Brea, donde los templarios harían para ello la ermita de San Blas de dicha población).
Por Talamantes pasaron también las tropas españolas después de la derrota de la batalla de Tudela, hacia Calatayud y hacia Madrid, en la guerra de la Independencia. Otras lo harían también por el puerto de la Chabola, como he dicho antes, algo más “llano”. Y ya vimos cómo dicha ermita de Talamantes era la de San Miguel, como dijimos, santo de los más “templario” (como ya dije), como el titular de la iglesia de Castellote, de los templarios, como su famoso castillo roquero y “templario” (también se parece al de Talamantes; igual éste también tenía puerta levadiza); de este de Castellote nadie dice que no sea templario por la “forma”, ya que lo pone en los “documentos”; en Mesones, sin duda, también lo pone; solo hay que leerlos bien.
Ya sabemos que San Miguel fue el “arcángel guerrero”; se le considera el “jefe de los ejércitos de Dios”, el “protector de la Iglesia”. Se le representa siempre luchando contra el demonio, con una espada o una lanza. Como los “monjes guerreros”, los templarios. Y ya vimos también a San Sebastián, otro santo de la devoción de los templarios, el “soldado cristiano” martirizado. Por cierto, la ciudad de San Sebastián le debe el nombre a los templarios; esto siempre lo ha querido ocultar la historia, por lo de la “condena del Temple” (ya sabemos también que santa Tecla era de la devoción de los templarios; todo, al final, concuerda).
Pues bien, cuando leímos, además (de que Talamantes fue del Temple desde 1210, y hasta el final; después, ya sabemos, casi todo del Temple pasó al Hospital, menos Mesones -ya sabemos también, lo de los “repicados”-), que en la puerta de dicha ermita había “símbolos geométricos”, ya no nos pudimos resistir. Teníamos que ir a verla. Talamantes es una encantadora población de la cara oculta del Moncayo (y hasta con aparcamientos en la carretera para los “turistas” al entrar al pueblo; alguien podría ir “pensando”); pero, no de la comarca de “la cara oculta del Moncayo”; pertenece a la del Campo de Borja, con la que cuenta con mejores comunicaciones debido a la orografía del terreno; a pesar de que se encuentra muy cerca de Calcena o Purujosa (pero, por aquí hay muchas “cuestas”; antes, con caminos de “herradura”, casi daba lo mismo; vamos, que ahora no hay ninguna carretera; la única que comunica las dos caras del Moncayo es la del puerto de la Chabola, por Tabuenca).
El entorno, no solo de esta ermita, sino de dicha localidad es, sin duda, idílico (bosques, agua, rocas, montañas); me recuerda el de santo Toribio de Liébana, en Cantabria (allí termina todo); vamos, como lo querrían los templarios para sus dominios, o los propios cistercienses (ya sabemos, como he dicho tantas veces, los templarios, “hijos del Císter”); solo hay que ver el entorno, por ejemplo, del monasterio de Piedra, como ya he dicho otras veces, o el de otras construcciones del Císter -también, Mesones, como ya sabemos, en el caso del Temple-). Talamantes se sitúa, justo, donde confluyen los barrancos de Valdeherrera y Valdetreviño; bajo las famosas peñas de Herrera, que separan el territorio de la otra cara del Moncayo (ya hablé también de ellas, las famosas peñas, en el artículo del camino de la Vera Cruz; hasta con fortificaciones arriba; sin duda, “cosa de templarios”, para defender sus dos dominios, Talamantes y Añón, que está debajo, al otro lado -Añón también pasó después al Hospital; hay muchos que todavía tampoco saben que fue templario-).
Según la información de “internet”, la ermita de San Miguel de Talamantes es una pequeña construcción, de una sola nave, tardo románica (como se suele decir, de transición al gótico; lo vemos en esos arcos diafragma apuntados, “góticos”, parecidos a los de la ermita de San Bartolo de Ucero) del primer tercio del siglo XIII, como dicen que es también la del cañón del río Lobos, otro entorno “idílico” (aunque la de Talamantes, claro está, es mucho más pequeña). Y si los templarios estuvieron en Talamantes desde 1210 hasta su desaparición, 1312, todo el mundo podría apostar (y, seguramente, ganaría) a que dicha ermita es también obra de estos. Por ello, lo del título de este artículo creo que se podría dejar así, perfectamente.
Se sitúa muy cerca del pueblo. En cuanto se terminan las últimas casas, en un pequeño parquecillo, de lo más encantador, comienza ya el señalizado camino de la Vera Cruz, que cruza en ese momento ya el barranco de Valdetreviño (por el que discurre un pequeño riachuelo) con dos pequeños puentes románicos, recientemente restaurados, donde se pueden apreciar todavía las rodadas que hicieron las ruedas de los carros a lo largo de los siglos. Junto a ese camino, un poco más adelante siguiendo por el mismo, se encuentra dicha ermita de San Miguel.
Su construcción es en mampostería y enlucido. Su orientación es la de todas las iglesias y ermitas románicas (como el castillo de Mesones), de este a oeste: la cabecera, semicircular (como otras iglesias o ermitas románicas) hacia el este, y la antigua entrada (la original, hoy desaparecida) por el oeste. Aunque, lógicamente, como todas construcciones antiguas, como es ésta, vimos varias fases constructivas, como ocurre con el castillo de Mesones (aunque lo de Mesones es diferente, la estructura exterior de todo el castillo es cien por cien templaria, solo cambian algunas reutilizaciones o modificaciones de estructuras interiores, como ya sabemos todos, aunque nunca en lo esencial del castillo, salvo la nave barroca, anteriormente mudéjar, como ya sabemos; es el único “añadido”; castillos tan originales del siglo XIII, y tan bien conservados, como el de Mesones, no los habrá en ningún sitio).
Solo la puerta de entrada de la ermita es de sillares y dovelas (solo aquí se ponían signos de cantero, no en el resto de piedras de la mampostería, aunque fueran grandes) donde aparece algún signo de cantero, como ya leímos y luego veremos. En el interior, junto a la puerta de acceso al templo, “la pila benditera se alza sobre un fuste y una basa decorada al modo ático con decoración de bolas en sus ángulos” (como esas “volutas” -aquí no son bolas- del capitel que está en el suelo de la entrada a la ermita del castillo, o el del barrio Alto de Mesones).
Es posible que ya los propios templarios, los constructores de la misma, hicieran ya una primera ampliación (para atender a los peregrinos; ya sabemos que eran los guardianes de las rutas de peregrinación) cuando apareció el camino de la Vera Cruz, allá por mediados del siglo XIII. Anteriormente ya debía existir este mismo camino para los peregrinos del camino de Santiago o, especialmente, para los propios templarios de Talamantes o de toda esta zona. Quizá fuera el motivo de su construcción, de dicha ermita de San Miguel. Este camino conectaría con el camino de Santiago que, quizás, desde el Levante pasara por Ricla y Mesones hasta Aranda de Moncayo y hasta San Bartolomé de Ucero, para ir después ya hasta Santiago, como ya hemos ido viendo a lo largo de los artículos del blog del castillo de Mesones; un camino, quizás, sobre todo, para los propios templarios.
En dicho camino, poco antes de llegar a dicha ermita de San Miguel, vimos en una pared de piedra (una olma) una piedra con unas rayas (asemejando a las rayas de la vieira) como las que representan el camino de Santiago. No sé si alguien se habrá apercibido antes de que podría representar esto. Una marca de un camino de Santiago, quizás, de lo más antiguo que haya. Y ya vimos también otra ampliación de la ermita; posiblemente de los siglos XVI o XVII, seguramente, por el aumento de población (como cuando se le quedó pequeña la del castillo a Ms. Gascón Navarro). Esta ampliación de la ermita llegó ahora hasta el límite máximo que podía hacerse por la situación del terreno. Al final de ésta pusieron arriba una espadaña para albergar una pequeña campana. Así, pues, hubo que cambiar ahora la puerta de entrada al edificio, haciendo la abertura por un lado de la nave, en el muro norte, colocando allí los sillares y dovelas de la puerta original que, seguramente, como he indicado, ya habían trasladado otra vez.
Dada la erosión por el paso de los siglos, especialmente en los sillares más bajos, solo se aprecian unos pocos signos o marcas de cantero en la puerta (los otros, de haber estado, ya han desaparecido, como muchos otros del castillo de Mesones): dos cruces y un aspa (de Cristo), un posible triángulo (de la Trinidad), aunque demasiado pequeño (por lo que no se puede estar seguro de ello) y dos estrellas, o flor de seis pétalos, encerradas en un círculo (lo de los “símbolos geométricos” que leímos; como otras del castillo de Mesones, aunque de seis no vimos en éste -se habrán perdido o estarán metidos los sillares en el muro de la ermita barroca-: eran de 4 -formando la cruz templaria-, de ocho y de doce pétalos o hélices); lógicamente, con su correspondiente significado de protección del templo (la entrada al mismo, en la puerta), como todas las marcas de cantería, como ya sabemos. Ya sabemos que el seis, como la estrella de seis puntas, es el símbolo de lo espiritual, de lo celestial; por contra del cuadrado, el símbolo de lo terrenal. Esa “flor de seis pétalos” se encuentra también en el castillo de Almodóvar del Río, donde estuvieron los templarios (como nos dijo Eloy), junto a su cortijo y su ermita de San Sebastián, como ya vimos en un artículo (ya sabemos que después “borraron” toda la información que pudieron de los templarios; también la de este castillo de Almodóvar).
También dijeron, que dicen, que hay una piedra de una pared, del camino de la ermita, que trajeron de Veruela, ya que contiene un signo de cantero igual a los que hay en ese monasterio (como sabemos, también de principios del siglo XIII); si lo encuentran, me mandarán “fotos”. Y tienen allí una talla de la Virgen con el niño que parece también muy “románica de transición al gótico”, vamos, como se suele decir, bastante “estática” y que “sonríen poco” (los expertos sabrán de cuándo es; aunque de esto, ya se sabe, no hay que fiarse mucho).
También estuvimos en su iglesia, dedicada a San Pedro. En el siglo XVI le cambiaron el techo y la orientación de la misma (que era, lógicamente, de este a oeste; y, seguramente, fue también antes mezquita -y antes habría sido iglesia-; con el Renacimiento estas cosas, como los signos de cantero, dejaron de tener sentido; vamos, que lo de los Urrea y los signos “románicos” vamos a tener que darlo ya por zanjado): tapiaron la puerta, aún se ve el arco de ladrillos desde la calle, y abrieron otra por el ábside haciendo arriba un coro (hace poco lo quitaron porque aparecieron pinturas, del primer ábside). En su decoración interior encontramos un adorno muy curioso: la cruz patada (pintada de rojo) y dos “soles girando”, como los del castillo de Mesones que ya vimos.
También fuimos a su castillo; no es muy grande, y solo queda por fuera menos de medio (por dentro, nada), y ya no hay puerta (aquí es donde podría haber habido alguna marca, como en la ermita; lástima). Todo el muro sur y el lado de la puerta, el occidental (también se entraba, pues, por el oeste) han desaparecido (dicen que porque cedió el terreno, no sé, conociendo a los templarios). En internet pone que es un castillo de 1175, tampoco lo sé. Igual es así. Y desde 1210, pues, era ya templario. Las huellas de los templarios se ven claramente en este castillo, sin duda. La estructura que se conserva así lo demuestra. Esto que queda no se cae tan fácil, es todo mampostería, pero de la buena, con cal pura, de lo más resistente que haya.
Y existen los restos de un torreón cuadrangular, en el lado oeste, de ese muro norte que se conserva, al que llaman la torre del homenaje, pero que no parece presentar, sin embargo, esa “fortaleza”, los materiales no parecen los mismos; no sé si al final no será un añadido (¿de cuando los Pedros?). Pero lo que más llama la atención de todo lo que queda del castillo son esas preciosas “almenas con saeteras” (debajo de éstas, en el siguiente piso que hubiera, también hay algunas saeteras, como se ven en el muro -ya sabemos, que no van más allá del siglo XIII; por lo que pueden ser “templarias”, quizás, como las que pudo tener el castillo de Mesones; ya sabemos que cuando los Pedros las quitaron todas-). El muro norte era el que mejor tenían que defender; el muro sur del castillo de Talamantes se defendía solo, por el “acantilado” sobre el pueblo.
Comentar que el castillo y ermita de San Miguel de Talamantes, al otro lado del río, están comunicados por un pasadizo, que teniendo en cuenta el desnivel es del estilo al del castillo de Mesones.
ResponderEliminarEl pasadizo fue cerrado en los años 80 o primeros 90 del siglo XX para que no hubiera incautos ni accidentes.
Todos los castillos templarios tendrían su pasadizo hasta el río. Y éste no sería menos.
ResponderEliminar