EL PARAJE DE “ANDACÓN”
Vista de Andacón desde las “Anteojeras” o “Antiojeras” o “Peñas Agujereadas”
EL PARAJE DE “ANDACÓN” DE MESONES DE ISUELA
Se encuentra situado en el barranco del mismo nombre, donde termina la Cañada de Mesones al estrecharse ya ésta, y a algo más de 3 kilómetros, por el actual camino de Andacón (el que pasa por la cabaña Nueva), desde la población de Mesones. En este caso, es el paraje, tan especial, como veremos, el que ha dado nombre en los mapas a este barranco, que comienza en la Cañada y que termina en el río Isuela, cerca ya del límite con el término de Nigüella (aquí al final ya se le conoce como “barranco Nigüella”, un paraje; poco antes ya sabemos que era el de la Canalija, otro paraje).
Desconocemos el significado de dicho término (no lo podemos relacionar con nada que se parezca); por ello, puede ser muy antiguo. Venía ya, al menos (como muchos otros topónimos de Mesones), desde los moriscos (no solo se quedaron los nuevos pobladores con los campos, las casas y los montes de los antiguos pobladores -no obstante, a cambio de un buen dinero a los condes; tuvieron que “comprar” el pueblo; y seguir pagando impuestos-, sino también con los “topónimos”). Aparece nombrado en las primeras inscripciones de defunción de los nuevos pobladores a partir de 1611, en relación con campos en ese paraje que respondían de los encargos de misas por los difuntos. Casi todos esos campos sobre los que se obligaban las misas eran viñas, que tenían más valor, y casi todas las viñas de Mesones parecen encontrarse precisamente en este paraje de Andacón. Casi siempre que se cita el paraje es en relación con alguna viña. Era, pues, entonces, sobre todo, un lugar para el cultivo de vid, quizá, al ser una zona más húmeda y poder resistir mejor las sequías. En ese tiempo no debían existir muchas viñas en el término; en pocos sitios más se citan. Sí que debía haber también alguna en los vagos de los montes de la Camamila (antes, aquí, las Lomas) donde también se citan. La mayoría del “monte” de Mesones estaba destinado a cereal y a pastos.
Este cultivo de viñas en Andacón debió existir, al menos, hasta finales del siglo XIX o principios del XX, pues éstas debían ser solo de unos pocos (como casi toda la huerta de Mesones; y de todos pueblos) y los “pajaros” (tal como se lee y se pronuncia aquí) no debían dejar ninguna uva, al ser un lugar de paso a otros parajes (y no poderse vallar); por lo que el Ayuntamiento les ofreció a los propietarios a cambio de toda esa zona el Cuarto Bajo, unos montes para pastar ganado. Desde entonces pasó a ser Andacón también una dehesa para apacentar caballerías y ganados. Más tarde dejó de ser dehesa (al final, solo estaba algo verde, para poder pastar, unos pocos metros a los lados del barranco, ya que el agua se filtraba y ni se vería por ningún sitio), y el consistorio parceló el terreno en pequeños corros y lo repartió entre los vecinos, con lo que se formaron otra vez campos de cultivo a lo largo de todo el barranco, hasta las Pasaderas. Mi tío José Mª dice que cuando él trabajaba algunos de esos campos, al principio, aún salían por todo raíces y sarmientos de vides. Hubo que nivelar, dice, muchas tablas para hacerlas algo más grandes y poder cultivarlas (vamos, trabajar de lo lindo).
Lo que caracteriza a este lugar y lo convierte en un lugar especial y único en Mesones es solo una cosa, el agua (que no se encuentra ya en varios kilómetros a la redonda; en lo que parece, al menos en verano, un auténtico desierto). El agua y, sobre todo, la acción del hombre que durante siglos ha modelado un paraje, y un paisaje, singular. Cuando se termina la Cañada, el agua subterránea (que dicen, viene del Moncayo) encuentra una zona rocosa que hace aflorar una parte en varios manantiales, todos al principio del paraje, y que nunca se secan, son manantiales permanentes. Esta agua después se filtra por el barranco apareciendo en diversos lugares del mismo hasta llegar finalmente a la zona rocosa de las Pasaderas (donde ya no le queda más remedio que salir), para caer directamente al pozo del Turco (el del agua; sabemos que es el pozo de agua del paraje del “pozo del Turco”, el del horno de cal).
Sabemos también que estos manantiales ya se aprovechaban desde la antigüedad, donde los antiguos (posiblemente ya, los celtíberos) hicieron una presa en medio del barranco, mejor dicho, en una parte del barranco (ahora es cuando está en medio), para recoger el agua de estos manantiales permanentes. Es una presa muy parecida a la del cabezo del Azud, debajo del “puente Gimeno”, en el río Isuela, hecha también con piedra y argamasa (mortero de cal; cuanto más tiempo pasa más fuerte es la unión, como en el castillo). Hoy solo queda una pequeña parte de lo que fue esta muralla. En los años cuarenta del s. XX una fuerte riada, quizá, la que se llevó el puente de la carretera, se llevó también un buen trozo de la misma. Y, con el tiempo, ya no quedará nada, porque nadie va a hacer nada para que se conserve (como con la presa del río Isuela, la parte más expuesta al barranco -en la otra, al río- está ya en el aire, como podemos ver en las fotos).
Todos sabían que ese muro de Andacón (otro “paretón”, como dice Fernando), que hubo que rebajarlo por un lado para que pasara el camino (antes lo habían cortado en “cuchilla” para hacer una balsa), era algo muy antiguo (los de Mesones siempre habrían dicho, “de los moros”, y con razón; cuando decían esto, aunque no supieran nada de antes, siempre acertaban; y es que la historia fue precisamente así). De esta “obra hidráulica” existe una publicación, en Cuadernos de Estudios Borjanos, dependiente de la Institución Fernando el Católico, aparecida en 1999. Fue cuando estuvieron por allí unos ingenieros de la Confederación (del Ebro). Se titula UNA OBRA HIDRÁULICA ANTIGUA EN MESONES DE ISUELA (ZARAGOZA): LA PRESA DE ANDACÓN, de Eugenio Sanz y José Mª de Ojeda.
Entonces ya se sorprendieron estos ingenieros, como pudimos saber, de que aún existiera aquí todo esto. Y eso, además, que eran otros tiempos; ahora, aún se hubieran sorprendido mucho más: si los campos que se riegan con una gran acequia en la huerta del Isuela de Mesones ya están casi todos abandonados, estos otros que se riegan con pequeñas balsas de tierra “a manta” -que es lo que hace que se conserve este tipo de balsas-, con no más de dos surcos de caudal y muy poco tiempo de duración de éstos…). Unas “estructuras hidráulicas”, también, pues, en “claro peligro de extinción”; no sé cuánto tiempo más va a continuar este paraje, al menos, como está en la actualidad; supongo que le queda ya muy poco tiempo y que tiene, con seguridad, los días contados.
Balsa de Arriba. A la derecha el camino y el barranco de Andacón, que cambia tras cada tormenta.
Balsa del Monte
La mayoría de lo que existió en todo este paraje en su día, hasta las Pasaderas (que es lo que comprende todo este paraje de Andacón), ya desapareció -azudes, balsas de tierra, campos que se regaban con ellas, árboles de todas las clases…-; las zonas más bajas del paraje. Solo quedan ya aquí algunas choperas, ya también, abandonadas a su suerte; y, sobre todo, zarzales. Solo arriba en el paraje, justo un poco más abajo de donde mana el agua, resisten algunos campos, aunque muchos están ya también abandonados. Pero, quizá a estos les queden también “dos veranos”, hasta que vuelva a convertirse todo esto, otra vez, en un secarral, o en un gran zarzal (antes no había ninguno; ahora está todo lleno; debe ser el cambio climático). Porque, y esto es seguro, nadie lo va a evitar.
A todo este abandono fue contribuyendo, seguramente también hace tiempo, este cambio climático. Antes, cuentan los mayores, el caudal de estos manantiales era más del doble que en la actualidad. Por ello se podía cultivar la huerta de todo el paraje, desde el nacimiento de los manantiales hasta las Pasaderas, y aún sobraba agua para la granja y para Fortunato, como vimos. Y los cultivos que se daban podían ser los mismos que en la huerta del río, maíz, remolacha, judías, patatas, alfalfa, etc., aunque tuviera que perderse mucho más tiempo en los riegos (nunca fue, por ello, muy rentable cultivar aquí; pero, cada uno tenía que utilizar lo que tuviera). También, mermó mucho el caudal de agua en la parte más baja del barranco cuando se pusieron choperas por algunos campos del barranco, en su tramo medio, que se “chupaban” para el verano buena parte del agua. Hoy debido a esta escasez de agua, en lo que queda de regadío, solo pueden darse ya cultivos leñosos que, además, no requieran excesiva agua en verano; y ello dado que muchos campos (también de los de esta parte de arriba) ya no se cultivan; si no, tampoco habría agua para nada.
En la actualidad, aunque ya no es ni sombra de lo que fue, como hemos visto, este paraje de Andacón aún sirve de refugio, y para que puedan beber agua los animales salvajes, sobre todo, para las aves, tanto las especies esteparias, principalmente, las de la zona, como para infinidad de aves de paso que encuentran en el agua de las balsas, y en la vegetación asociada a este pequeño humedal que se mantiene gracias a ellas, un verdadero refugio en cualquier época del año; debido a los cañares -cañaverales- (que plantaron los “viejos” para evitar la erosión del barranco por las riadas); carrizales junto al agua que sale de las balsas, junqueras, choperas (ya “silvestres”) y olmedas a ambos lados del barranco, junto con otras especies arbóreas de ribera como fresnos, sauces, saucos, etc.; destacando, sobre todo, algunas grandes nogueras a la orilla también del barranco, que frenan también la erosión de las barrancadas; y que hacen de toda esta zona un pequeño oasis (aunque cada vez más pequeño, como digo) en medio de una zona totalmente esteparia y desierta. De no ser por estas balsas de tierra, el agua iría soterrada por todo el barranco (no se vería nunca) y solo habría algunas junqueras (o juncales, como se dice aquí) en su superficie que indicarían que por debajo puede haber agua; y, seguro, únicamente un abrevadero de chapa, desde donde mana el agua, para los ganados. Y nada más. Es, seguramente, en lo que se va a convertir muy pronto todo esto. Y eso sí, en un inmenso zarzal todo el barranco.
Entre otras muchas cosas, el artículo de los ingenieros decía lo siguiente: “El río Andacón tiene más de 70 km2 de cuenca aguas arriba de este lugar (en realidad, empezaría bajo el puerto de la Chabola, en Tabuenca, quizá el punto más alejado, en algún barranco de esos; ya que todas las aguas de toda esa zona van a parar aquí; así como las de buena parte de la Tonda, el macizo montañoso que sigue al Moncayo) y es muy frecuente verlo seco a esta altura de su curso ya muy próximo a su desembocadura en el Isuela. Las crecidas del río son fuertes y súbitas, lo que ha ocasionado en alguna ocasión la rotura del puente de la carretera de Mesones a Nigüella. Los manantiales de Andacón son los únicos puntos apreciables de agua que hay en su cuenca. Nos inclinamos a pensar que este muro era una balsa que recogía en su vaso las surgencias de Andacón. La orientación del muro… hace sugerir que la presa no pretendía cerrar todo el barranco, sino rodear con su perímetro la zona de manantiales. Muy probablemente, la forma de este muro y su continuación tendrían como misión evitar las temibles crecidas del río, que hubiesen destruido rápidamente la obra desde su construcción, o la hubiesen aterrado, limitando mucho la vida útil de una presa con capacidad tan pequeña. Por eso está situada en la margen derecha… aunque ello fuera compatible con dejar entrar el agua limpia del río”.
Parece ser, pues, que para hacer la obra aprovecharon el hueco del barranco desviando su curso por la parte izquierda, lo que ahora son campos. Al cabo de años, o siglos, el barranco recuperó de nuevo su sitio. Quizá, nunca se pueda ir contra la naturaleza.
Como he dicho, no eran arqueólogos (ninguno se ha “interesado” aún por esto), sino ingenieros; por ello, terminan diciendo: “La fecha de construcción, con los datos disponibles hasta el momento, no se puede establecer con seguridad. La primera noticia escrita de Mesones data del siglo XI (no sé qué noticia será ésta; supongo que no es así; creo que se confunden siempre -como el blog del Ayto. de Mesones; no sé a quién le preguntaría el secretario- con unas casas, en lo que hoy es un despoblado, de Masones, pero en la provincia de Huesca); por la tipología de la presa y fábrica del muro nos inclinamos a pensar en un origen medieval o romano”.
Supongo que no estuvieron mucho tiempo por los alrededores, ni subieron a los montes próximos, los que se encuentran justo encima, en la parte derecha del barranco, de donde estaría la gran balsa, justo al lado de donde harían entonces el nuevo camino para salvar el agua (ni conocían, por supuesto, la historia de Mesones; Alberto no la publicó hasta el 2009, aunque ya en 1998, antes de esta publicación de los ingenieros, ya había sacado algo de la misma en un programa de fiestas del verano, precisamente, de ese periodo; y también salía ya esta presa “celtibérico-romana”). Y es que en esos montes, junto al nuevo camino que hicieron (hoy ya, lógicamente, no hay ni rastro), se pueden ver todavía numerosas escorias de hierro (su tío Fidel Cimorra le había dicho antes que allí había muchas “piedras negras”). Las cuales se encuentran también a lo largo de todo el barranco de Andacón hasta, incluso, en el paraje de la Granja, junto al barranco.
Ya sabemos, por Alberto, que estas “piedras negras” están también por todo el paraje de la Torre (en el campo de su padre allí se ha encontrado siempre muchas, algunas de buen tamaño; donde hay muchas “tinajillas”; su padre dice que se metió un día en una, pero que allí no había nada), donde estuviera el anterior poblado celtíbero; y no las hemos visto, al menos aún, en el paraje de la Cosumera, donde trasladaron el poblado de La Torre después de las guerras sertorianas (desde entonces, ya no les dejaron a los celtíberos hacer armas). También están en Rodanas y hasta en Pozo Royo, entre Andacón y Rodanas, donde también había, o hubo, alguna balsa de agua.
Todo nos indica, pues, que esta presa se pudo construir, al menos, en época celtibérico-romana, y, al menos, cuando el poblado de La Torre, y siempre antes de las guerras sertorianas. No es, pues, medieval. En ese tiempo, en el medievo, seguramente el barranco ya habría recobrado su curso. Y, como ya sabemos, el traer el mineral de hierro (desde las minas de Mesones y de Tierga) hasta estos lugares, para hacer armas u otros objetos, era debido a dos cosas: la presencia de agua, para el templado del acero, y la abundancia de vegetación, leña, para la fundición. Junto al poblado de La Torre ya estaría más agotada la leña; y aquí junto al barranco tendrían bastante más, sobre todo, romero en los montes de alrededor. Recuerdo de pequeño que todos los panaderos iban a buscar leña de aliagas y romero por los montes, hasta a Rodanas, bien lejos. El motivo de la construcción de esta gran presa (para otras cosas hubiera bastado con una balsa de tierra, como las hay ahora) lo desconocemos de momento; pudo haber sido como ahora para riegos.
Creemos que existen tres manantiales en Andacón, de donde surge o brota el agua, los tres en la misma zona, donde comienza el paraje y, lógicamente, los tres en el propio barranco, casi en lo más profundo del mismo en esa parte (es también lógico). Uno de ellos es el que aflora en el lado derecho del barranco y del actual camino que pasa por el medio de éste. Esta agua va a parar en parte a una pequeña regadera que la recoge junto al camino y junto a unas junqueras y cañares, y otra parte sigue el curso del barranco hasta llegar una parte a la fuente de Andacón, donde atraviesa después el camino actual para seguir el cauce del mismo. En las últimas riadas el agua hondó tanto el barranco antes de llegar a la fuente que ésta se quedó por encima de su nivel, por lo que ya no mana agua por la famosa fuente de Andacón (quizá, hasta que otra riada vuelva a cubrir el barranco). Y al comienzo de donde afloraría este primer manantial, también una parte del agua del mismo iba a parar a una pequeña balsa entre las junqueras, que en tiempos regaba varios campos encima de la fuente. Hoy ya no se utiliza esa balsa, por lo que el agua que vaya por esa zona irá a parar finalmente otra vez al barranco.
La regadera anterior, que pasa por encima de la fuente, lleva el agua unos metros más allá, a una balsa de tierra junto a la muralla, la presa, a la que atraviesa por un corte hecho en la misma. La propia muralla sirve, pues, de protección a esta balsa para que no la destroce alguna barrancada. Es la balsa que se encuentra junto a la fuente, junto al camino y al lado de unas nogueras; la del “tío Justo”, “el Chato”. Esta balsa hoy solo riega la tabla junto a ella; antes regaba varias más, debiendo cruzar en este caso el agua un pequeño barranco con unas canales. Es el también llamado barranco de Andacón, porque está en este paraje, como aparece también en los mapas; por lo que existen dos barrancos de Andacón (ya lo pone Alberto en la “toponimia de Mesones”).
El agua de este primer manantial, si no se aprovechaba, seguía al final el curso del barranco, cruzando el camino actual y entrando directamente a otra balsa de tierra que estaba enfrente de la fuente y en el mismo barranco, y también junto al camino (también, pues, junto a la anterior balsa). Era muy frecuente que esta balsa, la llamada “balsa del Barranco”, algunos años hasta dos veces, se cegara por completo. Y antes todo había que limpiarlo a mano. En esta balsa se tenían que reunir, pues, varios propietarios que regaban con ella, para limpiarla con palas y azadones: los Claudios, los Mariandigas, los Chatos, los Perdiganos y los Pacos (antes, los Santos; también se les llamó los Paco-Santos).
Lo de limpiar las balsas (tanto ésta como el resto), es decir, sacar el barro, se hacía todos años por los regantes; y antes, como digo, siempre a mano. Pero lo de tener que descubrirla por completo después de alguna riada que la había enterrado era un trabajo extraordinario, tremendo. Al final algunos se retiraron. El resto, tuvo que optar hace unos años por otra solución, hacer otra balsa que estuviera mejor protegida del barranco, en este caso en el campo de uno de los que se “retiraron” (no había otro sitio). De esta manera solo se ciega ahora la regadera por la que entra el agua, lo cual ya no es tanto trabajo. Por supuesto, las regaderas hay que limpiarlas todos los años. Mantener todo este sistema es muy trabajoso. Un día no podrá hacerse.
Nueva balsa del Barranco. En esta nueva ubicación fuera del barranco ya no se ciega.
El segundo manantial surge directamente también al lado del camino, que va justo por el centro del barranco, pero ahora en su parte izquierda (en la misma zona donde brotan todos); sale por la base de un muro de un campo de los Pacos (que se lo habían comprado en tiempos a otro; no recuerdo a quién); y que por una regadera de tierra que atraviesa una pequeña junquera entra directamente en una balsa de tierra junto al camino, por debajo de otro camino, el que lleva ahora a los Contrabandistas y a partes más bajas del paraje de Andacón. Es una balsa que en su día fueron dos; creo que aún parece adivinarse hoy algo del muro que las separaba. Aunque como ahora las limpiezas importantes de la misma se hacen con máquina, ésta lo ha debido hacer desaparecer casi del todo. Una era del pueblo, para abrevar los ganados, que siempre debía estar llena para ello; y la otra era para regar varios campos que están debajo de la misma. A esta balsa se le llama la balsa de Arriba, al ser la primera, la más alta en el curso del barranco.
El tercer manantial surge “de la roca” (es como el agua que brota debajo de la carrasca del río Isuela para el verano, la única que sale entonces, de una roca), junto a la balsa anterior y debajo del camino que hay poco antes de llegar a la paridera de los Pacos (en los planos antiguos, creo que es el de los militares, sale como la Paridera del Juncal). Después de ir por una regadera (ya muy alta de tanto limpiarla), unos metros después entra en dicha balsa, a la misma que el anterior manantial. Una balsa, pues, con dos manantiales, aunque el volumen de estos dos es inferior al primero. A este tercer manantial, que parece venir de Valdespín por la orientación, le llaman algunos, por ello, el de Valdespín (pero de allí no viene, viene también del barranco).
De esta balsa parte una pequeña regadera que lleva el agua, cuando la balsa está llena, unos 200 metros abajo, hacia otra balsa de tierra (la llamada balsa del Monte), que riega algunos campos más abajo por dicha zona. Tenemos ya, pues, cuatro balsas en esta zona de más arriba del paraje de Andacón, la zona en la que surgen los manantiales (todas ellas de tierra): la balsa de Arriba, la del Barranco (hoy, metida en un campo), la del “tio Justo” (la de las nogueras) y la del Monte. Todas las demás balsas e infraestructura hidráulicas de más abajo, en este paraje de Andacón, desaparecieron ya hace años (la balsa de los Estanqueros, la del Secretario, las de las Pasaderas…); ya nada se riega, ni se cultiva, todo está yermo. Será una lástima que lo que hoy queda aún vaya a desaparecer también por completo, dentro de nada.
Balsa del Monte
Y también hay dos pequeñas balsas más modernas (aunque ya tendrán 50 años; aunque una ya no se usa porque los campos que regaba están yermos), éstas de cemento, los llamados Balsetes, construidos como apoyo a los riegos de esos campos: para concentrar el agua en algunos momentos para soltarla de golpe para que corra más en el campo y riegue más extensión (a algunos le parecerá esto hoy “de película”; pero en tiempos se vivía del campo y el trabajo, al menos, daba para vivir; hoy ya sabemos que no es así).
Otro Balsete, de mi tío “Epi”. Ahora abandonado.
Pero, si el paraje de Andacón ha sido siempre un paraje singular no es únicamente por el agua de las balsas que riega algunos campos y que mantiene un entorno todavía algo verde (un oasis en un desierto; un pequeño humedal -lleno de ranas; aunque antes había muchas más- que cumple, sin duda, una gran función natural en el territorio), sino por ser un lugar, también, que cumplía una “función social”, donde se paraba antes la gente que pasaba por el camino (era el camino más corto hacia la Cañada, donde estaban la mayor parte de los mejores campos de cultivo en el secano) a beber de la fuente y a “charrar” un rato a la sombra de las nogueras; pero, sobre todo, un lugar de “reunión de pastores” (aquí no había “oveja muerta”, ni mucho menos).
Aquí siempre ha habido muchos corrales de ganado (la mayoría ya están “hundidos”) al ser el único punto de agua en varios kilómetros a la redonda. En verano, antes (cuando no había coches ni tractores), muchos pastores “hacían aquí la vida”, durmiendo en las cabañas (ya que tenían que madrugar lo suyo); algunas eran hasta como una casa: con la cuadra abajo (para las caballerías y los burros) y la cocina arriba, con su chimenea, su hogar y un banco para sentarse a cada lado (vamos, como se hacían antes las casas). Y al lado de la cocina, arriba, había un pajar para dormir (con paja). Ésta es la de los Pacos, quizás, la más “sofisticada” de todas, pegada a la Paridera del Juncal, la que sale en el plano de los militares. Aquí tenían hasta una era para trillar. Aquí sí que “hacían la vida”, como los “Pimpollos” en Rodanas; y también eran pastores.
Todas estas antiguas construcciones de adobe y piedra que existen en este paraje (los materiales del entorno), repartidas por toda esta zona a lo largo del barranco de Andacón (cabañas y corrales), que en tiempos fueron fundamentales en la vida de los mesoneros, están también ya medio en ruinas y pronto se van a caer todas. Será también una lástima, pero es lo que hay. La Administración no entiende de esto (lo comprobamos hace años con el Catastro; la componen “políticos” y “funcionarios”), pero si viniera por aquí un día un “ecologista, preferiblemente ornitólogo, dirigente de alguna asociación naturalista internacional” (vamos, con dinero); para el verano, sobre las 8, las 9 o las 10 de la mañana (cuando todavía no haga mucha calor), y se sentara tranquilamente al lado de la paridera del Juncal (ya, medio arruinada), que está junto a la balsa de arriba en el camino, y cerrara los ojos un momento…, igual hasta salvaba todo esto. Como experiencia, y para ver realmente todo lo que va a desaparecer en muy poco tiempo, se lo recomiendo a todos. YA ME CONTARÉIS.
Como vemos en las fotos, los templarios y el rey eligieron muy bien dónde hacer su castillo. Mesones era también un lugar estratégico.
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