LA ACEQUIA MOLINAR
La acequia Molinar fue el origen de Mesones y lo que siempre le dio vida (todas las actividades del pueblo estaban relacionadas de una manera u otra con ella), y lo que todavía hoy sigue dando vida a este pueblo. Por ello, es lógico que le dediquemos también un amplio reportaje y conozcamos de paso algunos entresijos de su “funcionamiento” que, igual, hasta nos pueden venir bien en un futuro.
Si algo en este pueblo se merecía un buen reportaje (y ya se lo he dedicado a otras cosas) era precisamente este tema, ya que esta acequia fue, y sigue siendo, como he dicho, la esencia y la vida de Mesones. Otro día podríamos ver, ya con más ambición, hasta un reportaje completo del propio río Isuela, de donde coge el agua nuestra acequia. No estaría nada mal. Ya con un carácter más “internacional”. Y es que, como ya sabemos, el agua es “la fuente de la vida”.
José Antonio Sisamón Marco, actual presidente y encargado de las acequias de Mesones, me ha facilitado los libros de actas de las tres acequias, las escrituras de constitución de la Comunidad de Regantes de Mesones de Isuela, los proyectos de Ordenanzas y Reglamentos del Sindicato del Jurado de Riegos, y la aprobación de sus Estatutos, con fecha 19 de enero de 1972.
Las anotaciones más antiguas del libro de actas son de 1954, en ellas se refleja las cuentas de ingresos y gastos de las tres acequias (Molinar, Ardachera y del Medio) y la renovación de cargos de la Junta. También figuran las subastas para limpiar las acequias por tramos o trozos, donde están anotados los vecinos que ganaron la subasta de cada trozo, así como la cantidad a pagarles por la limpieza, que sería revisado por una Comisión.
Ya supimos con el reportaje del poblado de La Torre, 2ª parte, cómo y cuándo se formó el pueblo de Mesones, gracias a esta acequia Molinar. Algo que parece desconocer por completo el blog, o página web, del Ayuntamiento de Mesones, a pesar de haber tenido allí (y en la biblioteca municipal) el libro de la Historia de Mesones de Alberto desde el año 2009. Parece que todo esto solo hace la función de “depósito”, vamos, donde se guardan cosas.
Pero, como también vimos, los primeros regadíos de Mesones fueron, incluso, anteriores a los romanos. Mediante un sistema de presas en el río, seguramente provisionales, hechas con maderos y piedras, irrigarían ya los celtíberos dos zonas próximas al río adecuadas para ello, las Suertes y el Canalocho; además, las más fértiles de todas. Esto lo podemos comprobar a simple vista sobre el terreno. La actual canalización de la acequia Molinar requería ya otro sistema que los romanos dominaban a la perfección y que necesitaba, por otra parte, el empleo de muchos más recursos y, quizá, de otro sistema de organización propiciado por la República o el Imperio (romano).
Recuerdo de pequeño, cuando se estaba echando dicha acequia de cemento (lo hacían por tramos, cada año unos metros, hasta que la terminaron; y entonces no había subvenciones, todo lo pagaban los regantes; solo al final cuando se terminó, viendo la Administración el esfuerzo que habían hecho, debieron dar algo para gastos), que los ingenieros de la Diputación, o de donde fueran en ese momento, dijeron que era una acequia perfectamente construida, que no tenía la más mínima pega; que ellos mismos no habrían podido nunca hacerla mejor.
Esto se decía siempre que era cosa de los moros, al menos, aquí en Mesones. Cuando llegaron los nuevos repobladores ya sabían que habían venido aquí porque habían echado a los moros, a los que también conocían, al menos, los de Tierga, que fue de donde más llegaron. Por eso, si preguntabas en Mesones quiénes habían construido el castillo, o habían hecho las acequias, o las olmas de los campos, o las eras, etc, etc, siempre te dirían “los moros”, que eran los que estaban antes de que llegaran ellos. Pero, si les decías que la iglesia del pueblo también la habían hecho ellos, esto ya no les cuadraba, en absoluto; ¡cómo iban a hacer la iglesia los moros¡
Los ingenieros, en general, también debían apostar entonces por los moros, en esto de las acequias, ya que siempre se ha dicho que eran grandes cultivadores de las huertas y maestros del regadío; por contra de los cristianos venidos del norte, de las montañas, más “montañeros” (allí no había regadío). Ahora ya sabemos que esto venía de mucho más atrás, de cuando los romanos; y que aquí en Mesones, celtíberos, romanos o moros, fueron siempre los mismos, hasta que los echaron. Y la acequia Ardachera yo apostaría que también fue cosa de romanos, como el acueducto.
Precisamente, fueron los moros que expulsaron (como los de Mesones) los que desarrollaron el regadío en el norte de África, a donde llegaron la mayor parte de ellos. Allí fundaron pueblos enteros (como “la Polvera”, los de Ricla y Calanda) o convirtiendo las afueras de Túnez en un vergel (como dice Alberto: “el alfoz de Túnez -zonas rurales que dependían de la ciudad-, murallas afuera, va a ser poblado por agricultores aragoneses que le van a dar nombre hispano, la Biga -la Vega-; en Gotor, Illueca o Brea aún está la Viga, y el camino de la Viga; algunos se pensaban que esto era alguna traviesa).
La acequia Molinar es, de las tres acequias que se nutren del río Isuela en el término de Mesones, la más importante en cuanto a caudal y a extensión de tierras que riega en su huerta. Parte desde el paraje de la Azud Alta (también llamado de las Torcas Altas; cerca de las minas de hierro de Mesones, como ya vimos en ese reportaje), bajando hacia la Azud Baja (o, Torcas Bajas), los Cañares de Arriba y de Abajo, Valles…, recorriendo la margen izquierda del río Isuela, pasando por el pueblo de Mesones, para terminar su recorrido en el paraje de la Cerecera, junto al término de Nigüella. Aunque realmente la terminación, cuando no se riega, la tiene un poco antes, en el paraje llamado ahora de las Basequias, junto al río (antiguamente, Valcequias, es decir, el valle de las acequias, quizás, queriéndose referir con esto a su terminación, pueda ser, antes, por diferentes sitios para un mejor aprovechamiento en algunos momentos). Allí es a donde va a parar el agua que no riega los campos, otra vez al río.
Primera tajadera de la acequia Molinar, donde toma el agua del río Isuela
Uno de los primeros tramos de la acequia Molinar, vemos que es muy estrecho y apenas hay campos que regar, conforme se acerque al pueblo se irá anchando la vega
La huerta de Mesones, regada por esta acequia, siempre se dedicó, como todas, al cultivo de trigo, asegurándose, por ello, al menos, una cosecha al año; que era, como pudimos ver con Alberto, en tiempos, el tributo en especie que debían pagar por su cultivo. También habría olivos y otros árboles frutales, sobre todo en los ribazos de los campos.
Con los árabes, se sabe que era tal la producción de fruta en estas pequeñas riberas que al ser su precio tan bajo la usaban para abono. Y si los años eran propicios, después del cereal ponían otro cultivo, con lo que cada campo podía tener hasta tres cosechas al año (trigo, fruta u olivas y, por ejemplo, alubias).
Pero, desde mitad del siglo XX, la mayor parte de la huerta de Mesones se puso de frutales (lo hemos visto en fotos antiguas de esos años; en ese tiempo, la huerta de Mesones era un auténtico vergel; hoy es todo lo contrario), y ya no solo en los ribazos; al principio, sembrando también, para obtener otras cosechas, debajo de los propios árboles (manzanos -verdedoncella, reineta y hotel-, perales -peros, como se dice aquí- de las variedades de Agua, Ercolini y de Roma; melocotoneros y ciruelos), con lo que los troncos de los árboles debían ser muy altos, y las escaleras, no digamos, de muchos palos. Además de cereal se sembraba o se alternaba con maíz, judías, habas, remolacha, patatas o “alfances” (esto, los ganaderos).
Con la aparición de las cosechadoras (que no pueden entrar en esta huerta) el cultivo de cereal desapareció ya por completo. Y después, poco a poco, el de otros muchos productos. Hoy, sobre todo, sirve para hierbas de los ganaderos de ovino, que son los que todavía mantienen la huerta verde. La de Nigüella es ya una auténtica lástima.
Cuando llegaba el verano era fundamental tener agua suficiente para poder regar la huerta, pues era el momento clave en que se recolectaban los frutos, y no era extraño que muchos años la sequía hiciera que fuera muy escasa, incluso hasta que se secara el río, por lo que si los quince últimos días antes de la recolección no habías podido regar, la cosecha iba a ser de mala calidad y por lo tanto el dinero a percibir iba a ser mucho menor. Pero, antes de la temporada de riego, para aprovechar bien el agua, casi siempre escasa, era necesario hacer un mantenimiento y una limpieza general de la acequia que solía realizarse en los meses de febrero y marzo, con todo lo que ello implicaba de gestión y administración de esta canalización. Con todo esto nos metemos ya ahora de lleno en los “entresijos” de los riegos de esta acequia de Mesones.
Primer batidero de la acequia Molinar. Los batideros se empleaban para limpiar la acequia y para desaguar la acequia, con el fin de evitar cuando se producían tormentas con grandes cantidades de agua que pudiera reventarse o cegarse la acequia, o que entrara en los campos causando destrozos.
Cuando la acequia Molinar se hizo de cemento, la limpieza de la misma fue mucho más sencilla, ahorrando en tiempo y costes. Cuando era de tierra había tramos, como alguno de los Cañares con cajeros muy altos en los que había que trabajar mucho para sacar el barro.
Pero, lo primero que tendremos que saber para comprender mejor este artículo es conocer los términos que utilizaban, y siguen utilizando, los mesoneros en relación con las acequias, como:
“hijalve”, “entibo” o “enteso”, “parejo”, “alfarda”, “parada”, “ojo”, “batidero”, “tajadera”, “il-la, “ila” o “hila”, “azud”, “regadera”, “ramal”, “brazal”, “caño”, “tabla o tablar”, “cajero”, “olma”, “portillo”, “ribazo”, “caidero”, “tollo”, “tollera”, “cortar el agua”, “corte de agua”, “regar por minutos”, “surco de agua”, “hanega”, “albardón”, “anganilla”, “tarriza”, “albarca”, etc. Veamos esto:
“Hijalve completo”: recorrido completo en tiempo que duraba regar los campos que abarca una acequia desde su inicio hasta su finalización, en el caso de la acequia Molinar eran diez días. Los campos que recorre este hijalve completo se dividen en tramos más pequeños, concretamente en diez hijalves, correspondiéndoles a estos 10 hijalves un día determinado de riego a cada uno.
“Entibo” o “enteso”: agua acumulada que quedaba estancada en tramos de acequia que podían aprovechar los propietarios de los campos de más abajo una vez que se terminaba el hijalve. Se subastaba en la Casa la Villa o, popularmente, “Casa Villa”.
“Parejo”: regar un campo detrás de otro, sin importar el tiempo que costara, hasta la finalización del hijalve completo. A partir de ese momento debido a la escasez de agua empezaba a regarse por minutos en el siguiente hijalve.
“Somera”: llámese este término a las noches que tenían derecho los vecinos de Nigüella a regar con la acequia Ardachera del término de Mesones, que eran dos días a la semana, aunque posteriormente se amplió a tres, al pasar de siete hijalves a diez. El horario de la “Somera” comprendía desde la puesta de sol hasta el primer rayo de luz de la mañana del día siguiente, en ese momento los de Mesones ya les “cortaban”el agua.
“Alfarda”: contribución que tenían que pagar los propietarios de los campos que se aprovechaban de la acequia para regar. En 1999 eran 150 pesetas por hanega.
“Parada”: detener el paso del agua en una acequia con una tajadera, con el fin de que el agua subiera de nivel y poder regar así campos que estuvieran a un nivel más alto que el suelo del cauce de la misma. A lo largo de la acequia Molinar hay 10-12 tajaderas que cortan el paso del agua por la acequia con el fin de que suba de nivel y se puedan regar los campos de “las paradas”, que están más altos que el nivel de la acequia.
“Batidero”: tajadera grande metálica situada en un lado del cajero, con una barra de hierro que al girarla hacía que la tajadera subiera o bajara, abriendo o cerrando el paso del agua. Su función era para limpiar y desaguar la acequia, con el fin de evitar cuando se producían tormentas con grandes cantidades de agua, que pudiera reventarse o cegarse la acequia, o que entrara en los campos causando destrozos, y para regar en su caso por esa “il-la”.
“Ojo”: Se llamaba así a los “batideros” importantes de la acequia que distribuían el agua por otras canalizaciones o acequias secundarias y que atravesaban como un pequeño túnel.
“Tajadera”: hecha de cemento o de hierro, o a veces simplemente era una losa de piedra que cerraba o abría las aberturas practicadas en la acequia a lo largo de todo su curso (il-las) con el fin de regar los campos que abarcaba a lo largo de su recorrido. También son las que se ponen en medio de la acequia para detener el curso del agua.
“Il-la” , “ila” o “hila”: se llamaba así a todas las aberturas de la acequia donde había tajaderas para regar los campos. También se llama así a las aberturas de las diferentes regaderas que cogen el agua de la acequia. Sin duda, este nombre es de origen árabe.
“Azud”: barrera o presa hecha en los ríos con el fin de facilitar el desvío de parte del caudal para riego y otros usos.
“Regadera”: Zanja o canal por donde se conducen las aguas desde la acequia para regar y para otros fines.
“Ramal”: brazal.
“Brazal”: canal que sale de un río o acequia.
“Caño”: tramo largo de una regadera que está tapada o cubierta, no viéndose circular el agua.
“Tabla o tablar”: zona de cultivo de un campo que está al mismo nivel.
“Olma”: talud entre dos fincas que están a distinto nivel. Muro o pared de piedra para dividir los campos y dejarlos llanos cuando los mismos se encuentran en ladera con pendiente.
“Portillo”: trozo de “olma” o muro de piedra caído.
“Ribazo”: talud de tierra entre dos fincas que están a distinto nivel; en este caso el desnivel suele ser escaso, pero también los hay de tamaño considerable.
“Caidero”: salto de agua en una “il-la” o salida de agua de la acequia hacia una regadera que está más baja.
“Sobradero”: parte del cajero de una acequia más bajo que el resto del cajero, por el que se escapa el agua cuando el caudal es muy grande en la acequia, evitando así que se pueda reventar la acequia por exceso de caudal.
“Tollo”: acumulación de tierra y piedras que cegaba un tramo de acequia.
Este tramo final de la regadera de la Canalija está totalmente cegado por su abandono. No renta campos tan pequeños, con alto mantenimiento y un caudal tan bajo de agua para su riego.
“Tollera”: tramo de acumulación de tierra y piedras en la acequia, mayor que en un tollo.
“Cortar el agua”: cerrar una tajadera para que el agua que va por la acequia pase a otro campo o paraje de riego, o quitarle el agua al que esté regando.
“Corte de agua”: agua que quedaba acumulada en la acequia cuando se terminaba el hijalve completo y cortaban el agua para empezar uno nuevo en la parte más alta de la acequia. Ese corte de agua se compraba en subasta en la Casa de la Villa de Mesones.
“Regar por minutos”: método de riego que consistía en regar los campos en época de escasez de agua en base a un tiempo que se establecía por hanega de tierra previamente. En Mesones en la acequia Molinar correspondía a 10 minutos por hanega de tierra y en la acequia Ardachera a 50 minutos por hanega.
“Surco de agua”: medida de caudal de agua que bajaba por la acequia, que equivalía a la cantidad que entraba en un surco de un hortal. Cuando se hablaba que bajaba un surco o dos de agua, era porque era muy escaso el caudal. Con esto, prácticamente, no se podían regar los campos. Solo se podrían regar pequeños hortales.
“Hanega”: Es una medida agraria de superficie utilizada en Aragón. También es denominada Fanega. Equivale a 1200 varas cuadradas o 715,18 metros cuadrados. Se suele dividir en 3 cuartales. Aunque en Mesones medía menos, 615 como vemos en las escrituras. Esto dice que lo hacían los ricos para cobrar más por arriendos.
“Cajero”: En acequias, canales o acueductos, parte de un talud comprendido entre el nivel ordinario del agua y la superficie del terreno. Es lo que está a los lados de la acequia, lo que abarca al final toda la canalización.
“Llenador”: Lugar empleado por la población de una localidad para coger agua de boca, cuando todavía no había agua corriente en las casas. Solían colocarse en las acequias de los pueblos, en su parte más alta, donde el agua era más limpia.
“Lavadero”: Sitio especialmente en una acequia para lavar la ropa.
“Abrevadero”: Estanque, pilón o paraje del río, acequia o manantial a propósito para dar de beber al ganado.
“Fuente”: Manantial de agua que brota de la tierra.
“Sotera”: Azada que se emplea ordinariamente para “hoyar”, entrecavar, regar y otras labores agrícolas. Su cabeza es metálica, tiene forma triangular alargada y con un mango largo, que suele ser de madera y que se introduce en el agujero de la cabeza.
“Ajadón”: Otro tipo de sotera, pero la cabeza metálica aunque también es triangular es más grande, ancha y roma, siendo el mango la mitad de largo de la sotera. Se empleaba para hacer los agujeros y sacar la tierra cuando se plantaban los árboles.
“Hoz”: Instrumento que sirve para segar mieses y hierbas, compuesto de una hoja acerada, curva, con dientes muy agudos y cortantes o con filo por la parte cóncava, afianzada en un mango de madera.
“Machete”: Es una herramienta de corte, también utilizada como arma; es como un cuchillo largo, pero más corto que una espada. Sin embargo en Mesones su hoja es curva como la hoz, más roma y ancha.
“Albardón”: aparejo hueco que se pone a las caballerías para montar en ellas.
“Anganillas”: aparejo metálico que se sujetaba en el “albardón” de las caballerías para colocar en ambos lados y facilitar su transporte. Había de varios tipos, según la carga a transportar: cajones, sacos de patatas, cántaros…
“Tarriza”: barreño.
“Albarca”: sandalia rústica consistente en una suela de cuero, esparto o goma de neumático que se ata al pie con cuerdas o correas.
Explico seguidamente un poco mejor todo esto en relación con la acequia Molinar:
Como ya he dicho, se llama “hijalve completo”, al riego que se hace con esta acequia en toda la huerta, desde el principio (en la Azud Alta) hasta su finalización en el paraje de la Cerecera, que era de diez días (aunque, normalmente, no todos los que tenían campos regaban en el hijalve). Diez días suele ser suficiente para poder sacar adelante un cultivo en verano. De ahí que esté así establecido, seguramente, desde los tiempos más remotos; igual hasta venga esto de los romanos. Y es que lo único que parece que hemos hecho hasta ahora es mantener las costumbres y tradiciones de nuestros antepasados, que seguro eran sabias.
Dentro de este “hijalbe completo”, hay diez hijalves, cada uno de ellos comprende diferentes parajes de la huerta, cada uno con su nombre concreto. Por lo que a cada uno de estos diez hijalves le correspondía un día de riego, previamente establecido, como ya he dicho, desde no se sabe cuándo y que todos los agricultores conocían perfectamente, y que hoy en día sigue funcionando.
Así, en cada mes había tres hijalves completos, empezándose el riego siempre por el hijalve más alto del curso del río Isuela, que era el de la “Azud Alta”, siendo el hijalve número uno, que es donde coge el agua la acequia Molinar, siguiendo en orden con los siguientes hijalves, hasta acabar en el hijalve número diez, que corresponde al “Barranco Nigüella” y la “Cerecera”. Así, al cabo del mes cada campo lo podías regar hasta en tres ocasiones, no más. Sólo había una excepción, cuando el mes tenía treinta y un días, entonces ese día 31 regaba el que más arriba estuviera, en este caso serían los campos del primer hijalve de la “Azud Alta” los que tenían preferencia si querían regar y así sucesivamente en orden “descendente”. La razón, también era clara. Si algunos de los primeros regaban ese día, al siguiente ya no lo harían, y los demás de abajo podrían aprovechar para hacerlo, aunque no fuera el hijalve de su campo. Por ello, si algún campo tenía más necesidad de riego, estando bien al tanto, incluso, lo podías regar antes de que le tocara el turno. Esta excepción del día 31 sólo era cuando era por hijalves y el agua era abundante.
Mientras el agua era abundante se regaba así, por hijalves, empezando el mismo día 1 de cada mes, por lo que los días 1, 11 y 21 de ese mes le correspondía al hijalve más alto del curso del río (el primero), que en este caso era el del paraje de la Azud Alta, Azud baja, los Cañares de Arriba y de Abajo, Valles y las Predicaderas, para seguidamente pasar al segundo hijalve, que es la Tejera y las Suertes, y así sucesivamente hasta acabar en el número diez que era el último. Así se sabe concretamente qué días de cada mes tocaba regar en los diez hijalves. Y en cada hijalve, siguiendo el mismo orden, corresponde regar primero a los campos que se encuentran más arriba. Si se te pasaba el agua y ya estaba regando otro más abajo que tu campo, te tenías que esperar a que terminaran los que esperaban. Ya que se te había pasado el turno y estabas ahora a la cola dentro de ese hijalve.
A la izquierda de la fotografía, los primeros campos que regaba la acequia Molinar, la Azud Alta o Torcas Altas, en el centro de la fotografía el azud del río Isuela y a la derecha el camino lleva hacia las antiguas minas de Mesones.
El problema surgía cuando el agua comenzaba a escasear y no daba tiempo a regar todos los campos que comprendía alguno de los hijalves en el día que le correspondía, por lo que era imposible acabar el hijalve completo en 10 días. Lo que se hacía entonces, era lo siguiente: suponiendo que en el hijalve nº 7 de la Herrería, que era junto al del Olivar el que más tierras tenía para regar, ya no daba tiempo a regar todas sus tierras en un día por la escasez de agua, se procedía a echar un bando en el pueblo en el que se informaba que a partir de ese día el agua iba a ir por “parejo” hasta que se terminara el hijalve completo.
¿Qué significaba regar por parejo? Como ya he indicado, significaba regar un campo detrás de otro, y en vez de un día podía costar tres días regar los campos de ese hijalve, por lo que el hijalve completo podía durar en vez de diez días, quince. Todos los propietarios de las tierras que faltaban por regar desde ese momento tenían derecho a regar sus campos hasta su finalización, y en el momento en que el último propietario del hijalve número diez (“Barranco Nigüella” y la “Cerecera”), comunicaba que iba a terminar de regar a una hora concreta determinada, tres horas antes le “cortaban el agua” en la Azud Alta, puesto que con el agua que había en todo el recorrido de la acequia, tenían calculado que era suficiente para que terminara ese último regador del hijalve número 10. Como vemos, el agua en verano se aprovechaba al máximo, nada se desperdiciaba. Aunque a veces ocurría que algún propietario de los huertos de debajo del pueblo tenía que regar y abría algo la tajadera para regar sus hortalizas, resultando que al final el ultimo propietario del hijalve nº 10 no podía acabar de regar su campo, por lo que posteriormente se montaba el follón, pues le habían quitado el agua los de arriba. Salvo esta excepción, con estas tres horas tenía agua suficiente para regar el último propietario del hijalve 10, y aún sobraba agua del “corte”, que se subastaba y compraba por algún propietario que tuviera necesidad en alguno de sus campos.
En verano, cuando escaseaba el agua, era relativamente frecuente que al que estaba regando correctamente en su hijalve, le quitara el agua otro propietario de algún hijalve más alto, cuando a esté no le pertenecía, por lo que se producían las denuncias con la correspondiente multa económica. Era fácil pillar al infractor, aunque nadie lo hubiera visto, porque con seguir el curso de la acequia te llevaba hasta el campo recién regado o a la parada que habían hecho en la acequia para que no pasara el agua. El problema era que si le quitaban el agua a un propietario del último hijalve y el que se la quitaba era de un campo del primer hijalve, suponía que el perjudicado tenía que perder mucho tiempo en recorrer toda la acequia hasta llegar al campo del infractor. Además, también suponía que el curso de la acequia se había vaciado, por lo que tenías que meter más minutos hasta conseguir el mismo caudal que cuando estabas regando.
A partir de ese momento en que cortaban el agua a la finalización de ese hijalve completo (que había durado más de 10 días), ese día comenzaban a “regar por minutos”, correspondiendo 10 minutos por hanega de tierra en la acequia Molinar, en la acequia Ardachera eran 50 minutos, ya que lleva menos caudal. Y apuntando todos los minutos de riego en una libreta de anillas, en la que estaba atado un boli con un cordel, que se iban pasando sucesivamente los regadores. Aunque podía ocurrir que, cuando se estuviera regando por “parejo”, antes de finalizar el hijalve completo, lloviera y se acabara en tiempo éste, lo que supondría que se iniciaría otra vez el hijalve normal al haber de nuevo agua abundante.
http://www.castillodemesonesdeisuela.com/2022/08/la-acequia-ardachera.html
El regar por minutos conllevaba que se regara de día y de noche, por lo que los propios propietarios que regaban eran los que avisaban a los siguientes que les tocaba por orden, de arriba hacia abajo. Era muy típico en esos años en el pueblo cuando estabas durmiendo de madrugada, oír el picaporte de la puerta de la casa, al tiempo que el vecino de campo que había acabado de regar gritaba fuertemente “Emilio, a regar al Canalocho, está regando el Ángel de la “Cordera”en las “Murrianas” y tiene para una hora”. Posteriormente, con la llegada del teléfono a las casas del pueblo se empezó a dejar de avisar con el “picaporte” que tenían todas las puertas de las casas de Mesones (ahora ya no se ponen picaportes en las nuevas puertas, han dejado de ser útiles).
También para las fiestas de agosto de Mesones, de madrugada algún joven con poca sed para hacerse el gracioso iba tocando los picaportes de las puertas avisando a regar al “Campillo” (el que es de Mesones sabe que ese paraje no es huerta, sino monte, donde no hay agua para regar).
En aquel tiempo (me refiero a cuando yo era niño o más joven), era típico salir a regar por la noche con la sotera o el “ajadón”, con manta para tumbarte por si la noche era fría, con botas de regar, un reloj y con la linterna de toda la vida, con pila de petaca. Aunque normalmente se llevaban dos linternas, por prevenir si se caía una de las linternas o se fundía.
También, contar, aunque de esto ya no se acuerdan más que los más mayores, que a mitad del siglo XX, cuando el agua iba por minutos, había dos regadores que llamaban los “guardas”, a los que pagaban todos los propietarios de la acequia, que iban todo el día controlando el buen funcionamiento del riego y los minutos que apuntaba cada propietario, para que al final todo cuadrara en la libreta de apuntes. Uno de estos dos regadores se encargaba de avisar a los propietarios que les iba a tocar regar y el otro sobre el terreno controlaba que las anotaciones en la libreta fueran correctas. A veces se daba el caso por las noches que el propietario del campo al que le tocaba regar, le ofrecía dinero a uno de estos regadores para que regaran su campo en su lugar. Varios de estos regadores me dice mi padre que era el “Tío Simón”, “José el Tejero” y “el Estanquero”, que entre otras de sus funciones estaba la de abrir los batideros de la acequia cuando había tormentas para que así el agua fuera al río y no causara destrozos en la acequia y en los campos.
La huerta de Mesones es pequeña, y está parcelada en campos muy pequeños en general (tablas o corros, como se dice en Mesones), puesto que aprovecha muchas laderas pegadas al río que tienen cierto desnivel, por lo que para dejar esas laderas llanas y así poder regarlas y trabajarlas mejor se procedía a hacer “olmas”, que son muros de piedra que dividen unos campos de otros. Estas “olmas”, son un sello de identidad de la huerta de Mesones, pues son una preciosidad, hechas con piedras de la zona bien de piedras calizas o de rodeno de la zona. Actualmente, debido al abandono de los campos en la huerta, “las olmas”, antiguamente bien cuidadas y reparadas, hoy no se arreglan, y si se arreglan se arreglan mal y de cualquier manera, por lo que muchas se encuentran derruidas o en muy malas condiciones. En un futuro habría que intentar recuperar de alguna manera las “olmas” de la huerta de Mesones.
“Olmas” caídas y en mal estado en el camino hacia el Canalocho de Mesones. Vemos que aquí han limpiado los “tollos” para dejar limpio el camino, pero ya no han arreglado las “olmas”, puesto que los campos o bien están abandonados o bien el propietario no quiere invertir en su reparación.
A veces, ocurría que echabas el agua al campo y te ibas a hacer otras cosas, porque necesitaba bastante tiempo para regarlo, y en caso de que se te olvidara volver a la hora a quitar el agua, a lo que llegabas se había caído el “portillo” abajo, con todo el trabajo y tiempo que suponía arreglar las “olmas” (paredes que dividían los campos).
La mejor hora para regar, era por la mañana, no por nada sino porque bajaba más agua que por la tarde y por la noche. Además si te tocaba por la noche, nuestros padres se pegaban la noche en vilo o el que tenía facilidad para dormir se acostaba en cualquier ribazo mientras el campo se iba regando.
Y os preguntaréis ¿por qué por la mañana bajaba más agua que por la tarde y noche?, pues muy sencillo, porque los de Tierga no solían regar por la noche, echando el agua al río, por lo que a primera hora de la mañana ese agua del río llegaba al azud alta, entrando a la acequia Molinar, así al que le tocaba regar en Mesones de mañana lo hacía con más caudal.
Esta forma de “regar por minutos” continuaba hasta que el agua comenzaba de nuevo a ser más abundante por haber crecido el río por las lluvias.
También se daban casos de vecinos que no regaban sus campos, y que cedían los minutos que les correspondían a otros propietarios que tenían campos en plena producción, o de los mismos propietarios que se guardaban los minutos para regar de campos baldíos para los campos que tenían en producción. Esta cesión conllevaba que el propietario que se aprovechaba de esos minutos que le cedían pagara las “alfardas” del otro propietario. Las “alfardas” era la contribución que tenían que pagar todos los propietarios de los campos que se aprovechaban de la acequia para regarlos. Esto se destinaba a pagar a los regadores, mientras los hubo, y para los gastos de mantenimientos y limpiezas de la acequia.
En los años 50 y 60 del siglo XX, al menos, la limpieza de las acequias se subastaba en “la Casa la Villa” por tramos o trozos (después ya se hizo a jornales). Previamente, el encargado de la acequia había comprobado el estado de la acequia y qué tramos estaban más sucios y cuales más limpios. En base al estado concreto de cada tramo variaba si la subasta era más alta en un tramo de acequia que en otro. A veces, las tormentas dejaban muchos tramos de acequia inutilizada con “tollos” o “tolleras” (acumulación de tierra y piedras que cegaba un tramo de acequia, tolleras eran más gordos) muy grandes, en los que era preciso meter muchas horas para limpiarlos. Muchas veces cuadrillas de jóvenes y amigos del pueblo se quedaban en subasta con algún tramo para limpiarlo y después con el dinero que sacaban se montaban una merienda. También se invertía dinero en el mantenimiento de la acequia, como cambios de tajaderas o batideros, pongo una factura del herrero de Mesones, Fermín Anadón por un batidero.
Acta donde figuran las subastas por la limpieza por trozos de la acequia Ardachera del año 1955. Había 12 trozos para subastar.
Posteriormente, desde los años 70 del siglo XX, el encargado de la acequia era el que se encargaba de buscar los peones para limpiarla, acordando previamente la cantidad de dinero a pagar a cada peón y también por el vehículo utilizado para llevar a los peones al “tajo”.
Otra de las palabras típicas muy nombradas durante el verano, cuando había escasez de agua era la de “entibo” o “enteso”, también llamado “parada”, como por ejemplo el del “Olivar”. Se trataba de detener el curso del agua, de parar el agua, para que subiera de nivel en la acequia y se pudieran regar así zonas más altas de huerta (no todas las tajaderas para salir el agua de la acequia a los campos estaban al mismo nivel de la canalización; había algunas que estaban muy altas porque los campos que regaban con ella estaban a ese nivel). Así, cuando se terminaba de regar los campos de “las paradas” (que se regaban fuera del hijalve), turno que correspondía después del cuarto hijalve, quedaba retenida en la misma una importante cantidad de agua que podían aprovechar los propietarios de los campos de más abajo, soltándose de forma gradual para que se pudieran aprovechar más propietarios. Cuando el agua era escasa, este entibo se subastaba en el ayuntamiento, antes llamado “Casa Villa”.
En la acequia Molinar había tres entibos, el entibo del Olivar ya nombrado y dos más curiosos, los entibos del “Cubo del Molinero”, existiendo todavía ese cubo físicamente (empleado para el molino que había en la casa del molinero), aunque ya está inutilizado, y el entibo del “Cubo de Lázaro” (para otro molino), que ya no existe, pues desapareció cuando cambiaron de lugar la calle de subida hacia el barrio Bajo y destruyeron la cuba del molino de Lázaro (la balsa).
El entibo del Olivar o de las Paradas debe su nombre a unos campos que llamaban “Las Paradas”, siendo diez o doce las paradas (tajaderas que cortaban el agua de la acequia para subir el nivel) que estaban entre el tramo de los Cañares hasta el Olivar (donde más “paradas” había era en el tramo de Los Cañares). Algunas de estas paradas eran la de los “Bolos”, la del “Huera”, la de Domingo Marín, la del Eduardo de la Justa y la última la del Olivar. Eran campos, como ya he dicho, que estaban más altos que el resto y que se regaban haciendo “paradas” de agua en la acequia para que subiera el nivel de agua de la misma, al estar la tajadera más alta.
Para ello, después de acabar de regar el cuarto hijalve, justo antes de empezar el quinto hijalve del Olivar, cerraban con una tajadera grande que hay en medio de la acequia, junto a casa Matías, que cortaba el caudal hacia abajo, no dejando pasar el agua. Seguidamente, en la primera parada de los cañares, también se cortaba con una tajadera en medio de la acequia el paso del agua hacia el Olivar, haciendo que el nivel del agua de la acequia subiera poco a poco hasta casi el máximo del cajero para poder salir por la “il-la” correspondiente que estaba más alta que el nivel de la acequia y así poder regar “la parada” o campo. Una vez regada esa primera “parada”, se levantaba esa tajadera que había cortado el agua para la primera parada y se cerraba la tajadera de la “il-la” y así el agua continuaba acequia abajo hacia la segunda parada, donde de nuevo otra tajadera cortaba el agua de la acequia y así sucesivamente hasta completarse las 10-12 paradas que había.
Pero, a veces el agua eran tan escasa que, por ejemplo, en la parada de los “Bolos” en los Cañares, una vez puesta la parada, si en dos horas no había subido el agua para regar los campos de esa parada, había que soltar todas las “paradas” para que continuara el agua hacia abajo y no podían ya regarse.
La “parada” de los “Bolos”, su barra vertical está doblada, Justo el “Bolo” la dobló al golpearla con el cultivador.
Una vez que se regaban las paradas, quedaba un entibo importante en la acequia que era el que se subastaba y se compraba por el propietario que le interesaba.
Como ya he apuntado, cada acequia del pueblo tenía un encargado y cuando el agua era escasa y se ponía por minutos, se llevaba, como he dicho, una libreta de anillas con un bolígrafo atado a ella (todo metido en una bolsa de plástico), en la que se apuntaba quién regaba, paraje, a qué hora empezaba y a qué hora finalizaba, contabilizándose así los minutos finales que había regado en cada hijalve y que no podía sobrepasar los acordados según las hanegas que tuviera en la huerta.
Luego, siempre estaban las pequeñas tretas de los regadores para arañar algún minuto de riego al que acababa de terminar o al que le tocaba después, adelantando el reloj para que le tocara antes y posteriormente retrasarlo para que estuviera más rato en su campo. Otros apuntaban menos minutos de los que habían metido y los más “caraduras” directamente, para que no supieran que había metido más minutos de la cuenta, arrancaban la hoja donde figuraban sus apuntes sin decir nada, por lo que nadie se daba cuenta de ello hasta que no revisaban el libro, por lo que entonces era ya imposible saber quién había sido, ya que en esa hoja había muchos propietarios.
Los diez hijalves de la acequia Molinar eran los siguientes:
1º. Azud Alta o Torcas Altas, Azud Baja o Torcas Bajas, los Cañares de Arriba y los Cañares de Abajo, Valles y las Predicaderas (donde termina el primer hijalve). Días 1, 11 y 21.
2º. La Tejera y las Suertes (días 2, 12 y 22).
3º. La Cosumera y el Zarrantón (días 3, 13 y 23).
4º. La Cocona, Peirón o Pairón, Medio la Huerta, la Costera y el Puente Tablas. (días 4, 14 y 24).
5º. El Olivar, el Caño, la Codera y el Reguillo. (días 5, 15 y 25).
6º. San Vicente y el Canalocho, que comprende entre otros: el Escapulario, el Pascualico, la Murriana, la Alberca, las Pozas y el Canalocho (días 6, 16 y 26).
7º. La Herrería, que era el hijalve más largo, que comprende entre otros: Caseta Mosca, Piezas de la Villa, la Llana y las Planas. (días 7, 17 y 27).
8º. Los Huertos del pueblo, el Cementerio, hasta detrás del castillo en la Canalija (días 8, 18 y 28).
10º. El “Barranco Nigüella” y la Cerecera (días 10, 20 y 30).
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Otra cosa, la acequia Molinar a lo largo de su recorrido tenía varios abrevaderos para que pudieran beber agua los ganados y las caballerías, entre los que se encontraban el de Valles, el de la Cosumera, el de San Roque, el de San Vicente y el de la Herrería (desaparecido actualmente, pues lo taparon y pusieron una caseta de telefónica, una ¡chapuza! vamos).
También, cuando la acequia Molinar cruzaba el pueblo había varios lavaderos municipales, siendo el primero el de las escuelas, después estaba el de “San Vicente”, el de “La Higuera”, junto a “casa la Chelo”, el de la Herrería (desaparecido actualmente al igual que el abrevadero que había); los del barrio Verde, bajando por unas cuestas, y los del barrio Bajo (el de la “cequia Boticario”, debajo de la casa de Ventura, y más adelante otro junto a la casa que era de mi abuelo Pedro Barcelona). Estos lavaderos tenían unas piedras grandes y planas de color rojo (de rodeno), losas, que las mujeres utilizaban para trabajar la colada.
También había lavaderos particulares, unos fuera de las casas y otros dentro de las casas, que aprovechaban el paso de la acequia. Dentro de las casas había lavaderos en casa de José el Tejero y la Cirila, en casa la “Jacinta”, en casa del Pichón, en casa de Francisco Cimorra en la Herrería, y fuera de las casas había a lo largo de la acequia varios lavaderos por la zona de los huertos y en el barrio Bajo.
Y cuando en verano, debido a la escasez de agua, no pasaba agua por la acequia, a las mujeres no les quedaba otra que ir al río a hacer la colada 🧺, con todo el esfuerzo extra que suponía. Incluso a veces, las mujeres iban a hacer la colada a “Andacón “, aprovechando que iban los hombres al campo llevaban la colada en las caballerías y no tenían que llevarla encima, como cuando iban al río.
Las mujeres también iban a lavar la colada detrás del castillo, en el barranco Andacón cuando había agua. Fotografía de Paz Molinero.
Además de estos lavaderos, en la acequia había un “llenador”, junto a la casa del médico y del maestro, que era donde iban los vecinos del pueblo a llenar los cantaros de agua para el uso del agua de boca y otros menesteres. En aquel tiempo, no había agua corriente en las casas, por lo que todo el mundo iba a coger agua para beber en casa al “llenador” de la acequia, para ello iban con burros o machos con angarillas con tres huecos en cada lado para llevar un total de seis cantaros de aproximadamente 15-20 litros cada uno. Estos cántaros los llevaban a casa, donde los vaciaban en una tinaja grande de 80-100 litros que tenían normalmente en la cocina. También las mujeres llevaban los cántaros llenos de agua a casa, las más diestras llevaban uno en la cabeza, otro en un brazo y en el otro llevaban el botijo. Después sacaban el agua de la tinaja con una jarra metálica, esmaltada en blanco, solía ser de un litro.
Lógicamente este “llenador”, se encontraba más arriba de los lavaderos con el fin de coger el agua lo más limpia posible, concretamente estaba al lado de la casa del médico, donde actualmente está el bar del pueblo junto a la carretera, un poco más arriba del lavadero de las escuelas.
Además de esta acequia Molinar, de la Ardachera y de la del Medio, había también en Mesones otra llamada la “acequia Nueva”, que ni los más mayores la han visto en funcionamiento, iba por debajo de la acequia Molinar por lo que hoy es el Medio de la Huerta, desde las Suertes y la Cosumera y cruzaba el camino que va hacia la Torre. Era una acequia que aprovechaba las escorrentías de la acequia Molinar, también de las fuentes, y que parece ser no tuvo mucha importancia, aún se pueden ver tramos de la misma.
También en época de escasez de agua se ponía por turnos el agua de la Fuente Nueva del barranco Nigüella y la de la balsa de la fuente de la Alberca.
Y hablando antes de las linternas que se empleaban para ir a regar, desde que yo lo conocí (antes estaban los faroles con una vela), me viene a la mente una historia que me contaron del siglo XX, cuando había enterrador en el pueblo. La historia es la siguiente:
Aquel verano fue muy caluroso, tanto que no había quien pudiera trabajar con semejante calor. Ese día el enterrador tenía faena, un vecino del pueblo había fallecido, pero tal era el calor que decidió ir a cavar la tumba de noche. Fue al cementerio y empezó a cavarla y, aunque hacía mucho calor, el trabajo era mucho más llevadero que por el día. Hizo un descanso, necesitaba un pitillo, por lo que sacó su paquete de tabaco de “Celtas Cortos”, si bien cuando fue a buscar el mechero para prenderlo, no lo encontró. ¡Maldita sea pensó!, me lo he dejado en casa. Ya estaba pensando en ir a buscarlo cuando vio a lo lejos por el sendero pegado a la acequia Molinar que lleva a la Canalija, detrás de la tapia del cementerio, la luz de una linterna. ¡Qué suerte!, no me acordaba que hoy era el hijalve. Un regador venía con su linterna encendida de vuelta a casa tras venir de regar de la Canalija.
El enterrador se encaramó en la tapia del cementerio a la espera de que el regador pasara a su lado. Cuando éste llegó a su altura sacó medio cuerpo de la tapia del cementerio pidiéndole fuego. El regador no vio que era el enterrador, sino pensó en un muerto que había salido de la tumba a pedirle fuego. Tal fue su susto, que no se paró a comprobar más, solo corrió y corrió en dirección al pueblo.
Al enterrador no le quedó otra que ir a su casa a por el mechero. Y, mientras cavaba la tumba, en varias ocasiones tuvo que parar, pues la risa le impedía hacerlo como Dios manda.
PONGO FOTOGRAFÍAS DE PARAJES DE LOS 10 HIJALVES DE LA ACEQUIA MOLINAR.
1º. Azud Alta o Torcas Altas, Azud Baja o Torcas Bajas, los Cañares de Arriba y los Cañares de Abajo, Valles y las Predicaderas (donde termina el primer hijalve). Días 1, 11 y 21.
2º. La Tejera y las Suertes (días 2, 12 y 22).
3º. La Cosumera y el Zarrantón (días 3, 13 y 23).
4º. La Cocona, el Peirón o Pairón, l Medio la Huerta, la Costera y el Puente Tablas. (días 4, 14 y 24).
“Puente Tablas”, aunque ahora es de cemento.
5º. El Olivar, el Caño, la Codera y el Reguillo. (días 5, 15 y 25).
6º. San Vicente y el Canalocho, que comprende entre otros: el Escapulario, el Pascualico, la Murriana, la Alberca, las Pozas y el Canalocho (días 6, 16 y 26).
7º. La Herrería, que era el hijalve más largo, que comprende entre otros: caseta Mosca, la “Pieza la Villa”, la Llana y las Planas. (días 7, 17 y 27).
8º. Los Huertos del pueblo, el Cementerio, hasta detrás del castillo en la Canalija (días 8, 18 y 28).
Tramo de la regadera de la Canalija que aprovecha por un lado la roca del monte. Al fondo la peña de la Canalija.
9º. Los Agujeros y las Basequias (días 9, 19 y 29).
10º. El “Barranco Nigüella” y la Cerecera (días 10, 20 y 30).
Dar las gracias por la colaboración en este artículo de mucha gente mayor del pueblo que me han explicado los entresijos de las acequias de Mesones.
De muchas cosas ya casi ni se acordaban los más mayores, pero entre todos ellos se ha recordado lo principal, su funcionamiento, nombres de parajes, de batideros, de palabras relacionadas con las acequias, que para el que no sea de Mesones le será difícil comprender. Me ha llevado muchas horas de trabajo, preguntar en los corrillos de los más mayores de Mesones, pero creo que ha merecido la pena, pues esto va a quedar escrito y ya no se olvidará.
Agradecimientos a:
Alberto Cimorra Sánchez, Rosa Paz Molinero, a mis padres Emilio Barcelona y Pilar Cimorra, a mis tíos José Cimorra, Fidel Cimorra y Vicente Sisamón, a mi tía Ángeles Cimorra, a José Antonio Sisamón actual presidente y encargado de las acequias, al regador “Carlos Molinero”, a Cirilico, al Ángel el “Chalán”…y a otros muchos que no nombro que han hecho posible que escriba este artículo tan nuestro, tan mesonero, tan exclusivo, que no se puede encontrar en ninguna otra parte del mundo, y a partir de hoy este saber tan particular de Mesones ya no se pierde. Todos ellos han puesto su granito de arena en este artículo.
Mesones de Isuela a 11 de Julio de 2022.
Un reportaje para la historia.
ResponderEliminarY la primera foto espectacular. Hay lugares tan cerca de nosotros que no le tienen que envidiar a nada.
Sin duda, es un reportaje que va a guardar todo el legado y sabiduría de nuestros mayores.
EliminarHubieses sido un magnífico historiador y muy buen profesor. Amante de tu pueblo y el mejor embajador que Mesones de Isuela puede tener. Marimar
ResponderEliminarLa historia es algo con lo que disfruto, y más cuando es de mi pueblo. Más que titulitis, lo que hace falta es tener interés por las cosas, entonces los resultados siempre acompañan. Lucio
EliminarImpresionante. Muchas gracias por tan grande y valiosa aportación.
ResponderEliminarUn abrazo,
Eloy Morera Gracia.
Lo único que he hecho es continuar con interés lo que tú empezaste, he seguido tirando del hilo y lo cierto es que parece que no se acaba nunca. Gracias a ti, que estás redescubriendo la historia de Aragón. Sigue así, siendo tú.
ResponderEliminarPase muchos años de pequeño y somos de la familia fortunato velilla y estamos horgullosos del mi pueblo
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