“LA TORRE”. EL POBLADO CELTÍBERO DE MESONES
“LA TORRE”. EL POBLADO CELTÍBERO DE MESONES
(1ª PARTE. LOS ORÍGENES)
Es, como me dijo Alberto, el “origen más cercano” del actual pueblo de Mesones.
Todo lo que voy a exponer aquí, aunque no sea al pie de la letra, ya que quedaría muy feo, está sacado del libro de Alberto de la historia de Mesones y de lo que me ha ido indicando. Es el que me ha animado, además, a sacar este reportaje en el Facebook sobre esta “historia” que, de otra manera, muy pocos llegarían a conocer o saber algo de todo esto. Y conocer los orígenes es siempre importante, supongo. Aunque este artículo no puede ser más que un mero resumen; si no, esto sería muy, muy largo. Empecemos.
Cuando la población de Mesones creció, y se hizo ya “más fuerte”, bajó de las montañas al río (como se suele decir, al llano -aunque aquí en Mesones, y en toda la comarca, como sabemos, esto es muy relativo-; lo cual es siempre más peligroso, al haber menos protección). Sería, todavía, más o menos, por el siglo V a. C. (como no ha habido ningún tipo de excavación, ni ningún arqueólogo ha visto nada de esto, lo de las fechas concretas queda siempre “pendiente”).
Antes se sentían más seguros “arriba”, en las montañas, como he dicho (con esto decimos, entre otros muchos sitios de esta zona, en las Lomas -Fdo. ya sabe lo que son; muy altas; así se llama a toda esa zona de la sierra de la Camamila-; en las peñas del Campillo -aquí hay restos de la Edad de Bronce, según un estudio de arqueólogos; serían de la DGA, supongo; no sé lo que harían por allí; igual, mirar buitres-; o en las peñas de la Solana, quizás, en la cueva del Zapatero -donde están los dólmenes, como vimos-, como ya apunté en un artículo), donde era más difícil sorprenderles y que les atacaran y les robaran sus bienes (ganado, sobre todo; siempre ha habido ladrones; algunas de estas “barreras” que nos enseña Fdo. en lo alto de los riscos pudieron estar habitadas, al menos, temporalmente).
PEÑAS DEL CAMPILLO, DONDE SE ENCONTRARON RESTOS DE LA EDAD DE BRONCE
Llegado este momento, aquí ya eran “celtas”; pero, posiblemente, una unión de los indígenas con gentes procedentes de migraciones del centro de Europa de esta cultura (Gotor viene de Kotor, vocablo que aún existe en Euskera -idioma no céltico, por tanto, más antiguo-, y que significa peñasco, terreno abrupto y rocoso; donde estaba situado el antiguo poblado celtíbero; es exactamente así). Sin embargo, lo de “celtíberos” no viene de esta posible “mezcla”; sino que alude ya a los “celtas de Iberia”; por lo que desde varios siglos antes (desde la cultura de los Campos de Urnas, poco después de empezado el primer milenio a.c., con el rito de la incineración) la población de estos lugares ya se habría impregnado de la cultura indoeuropea y después céltica procedente del centro de Europa (no cabe duda, debido también a migraciones de poblaciones venidas de allí).
Y es muy probable que en esta zona más oriental del centro de la península (aunque todo está todavía en el aire) las élites que habrían dominado el territorio llegaran sobre estas fechas. De ahí que ellos mismos se llamaran “celtas”, lo que no ocurría en otros territorios peninsulares más al oeste; si bien de cultura también indoeuropea (en contraposición con la ibera del sur y del este de la península), pero aún no céltica, una cultura posterior más reciente en Europa; y que quizás fueran los propios celtíberos ya los que la difundieran desde entonces, en parte, con migraciones hacia el oeste (territorios aún “libres”) a causa de las guerras con Roma (lo de los antiguos “celtas” de Huelva, de cuando los romanos, que seguramente bajarían de Extremadura, de la Lusitania, igual vinieron de la Celtiberia -quizás de Segeda, entre otros sitios de por aquí, junto a Calatayud-, de cuando las guerras celtibéricas y de cuando Viriato; aunque nada se sabe de cierto aún en todo esto; lo que sí se sabe es que el año comienza el día 1 de enero por los de Segeda).
Pues bien, estando ya situados en este punto de la historia, en algún momento aparece aquí un poblado, junto al río Isuela, en lo alto del barranco de La Torre (donde hoy hay unos corrales antiguos de ganado y una antigua torre). Si bien se sitúa al principio junto al mismo barranco, arriba en la terraza del río, junto a esa torre, pronto parece que se extenderá por todo el paraje, llegando a alcanzar, quizá, más de 4 hectáreas de extensión.
La aparición de numerosos silos enterrados hoy en los campos de cultivo, tanto de secano como de regadío (la acequia Ardachera atraviesa todo esto) por toda esta zona nos indica esa extensión: desde la torre por el barranco hasta el río, avanzando, en sucesivas fases, por la parte derecha del camino del paraje, zona de expansión del poblado, quizás, posiblemente, hasta llegar al primer foso que veremos luego. No parece que llegara más allá, lo que ya es mucho y, quizás, sorprendente. Al no existir excavaciones, como he dicho, nada sabemos aún de la posible importancia que llegaría a alcanzar este poblado.
La población de Mesones aquí debía ser ya en estos momentos, pues, importante, debido a la actividad ganadera, a la agricultura (también ya con regadío -las Suertes y el Canalocho o, también, quizás, una parte de las Basequias-) y, quizá, sobre todo, a la minería del hierro, con la fabricación de armas y utensilios de trabajo (antes habrían trabajado ya en Mesones el bronce; algún día veremos también esto; aunque, de momento, no se puede decir nada, como algunas otras cosas también de esta época antigua de Mesones; ya pueden saber todos por qué; al menos, hasta que las instituciones saquen a la luz algunas cosas y puedan ofrecer alguna protección). Estamos en la 2ª Edad del Hierro, que abarca los siglos V al II a.C., en plena formación de la cultura celtíbera, que tuvo el principal factor dinamizador en el hierro de estas estribaciones del Moncayo. Los celtíberos formaron una cultura propia, con base en una lengua (un celta arcaizante, muy antiguo) y escritura (con signario ibérico) común y en los “lazos de sangre” (a los que se referían ellos).
Por todo este paraje de La Torre se encuentran escorias de hierro fundido, lo que demuestra esta actividad metalúrgica ligada a este mineral; pero éstas son más abundantes en otras zonas del término de Mesones, como en el barranco de Andacón, hasta la Granja, debido a esa corriente de agua para el templado del acero y a la abundancia de material vegetal en la zona, necesario para la fundición, más escaso en el paraje de la Torre; también en Rodanas, y hasta en Pozo Royo, donde hay asimismo un manantial. La presa de Andacón quizá corresponda a este momento.
Al estar situado el poblado de La Torre en una terraza sobre el río, y no en un risco, la defensa de esa zona sobre la que se asentaba (que, por ello, debía ser más amplia) debía hacerse de otra manera. Esto quizá refleja la existencia ya de una población importante, como veremos; como ya he dicho, ya se sentían “más fuertes”. Todo empezaba con construir murallas junto al barranco de La Torre (la zona de acceso desde el otro lado del río; la vía natural de comunicación en el valle del Isuela; de ahí el hacer aquí el poblado, en el lado contrario) y hasta el mismo escarpe del río. Y arriba, en lo más alto, la torre junto a la entrada del poblado (todo haría pensar que esta torre fuera de esta época; la argamasa de las piedras parece la misma que la que hay en otras construcciones que luego veremos; pero, los expertos tendrán la última palabra; alguien dijo una vez que también podría ser de época medieval: en este caso sería para controlar el acceso a la población de Mesones desde esta parte del valle, que se efectúa por este barranco de La Torre, relacionando esto, pues, con la guerra de los Pedros o la de los Urrea con los Luna de Illueca).
Y, en segundo lugar, había que proteger la propia terraza donde se asentaba el poblado desde el otro extremo más vulnerable, el del actual camino que viene de Illueca; y ello, para evitar ataques por sorpresa. Para ello, parece ser, construyeron dos fosos en las zonas más llanas, aprovechando los dos barrancos de la zona. El primero, quizá, desde el mismo asentamiento, poco antes de llegar al cabezo del Ramo, donde situaron arriba dos pequeñas torres de vigilancia y defensa, hechas con piedra unida con argamasa (es la misma que la de la torre).
Hoy queda muy poco de estas dos pequeñas construcciones, y la argamasa, al estar sin proteger, se deshace a causa del viento y del agua; por lo que pronto quizá ya no quede nada. Y el segundo foso, justo cerca de la curva del camino (donde ahora hay unos pinos), donde el acceso a la terraza del paraje se hacía obligado por un sendero bajo la montaña. Encima de este segundo foso, desde un punto elevado de la montaña, se hicieron dos líneas de muralla hasta el río, en este caso sin argamasa, jalonadas con varias torres. Hoy solo quedan las piedras pequeñas de esas murallas y de las torres (por las fotos, recuerdan a las de Aratikos, en Aranda, el de los cascos celtibéricos); las grandes se las llevaron para hacer “olmas”, como se dice aquí, al igual que todas las piedras de la construcción del poblado (por lo que ya no queda nada visible de éste salvo, quizá, la torre, al ser todo campos de cultivo; solo podremos ver algunos trozos de “olmas” que aprovecharon alguna muralla; habría varias murallas concéntricas).
VISTAS DESDE DEL PARAJE DE “LA TORRE” DESDE UNA DE SUS MURALLAS QUE LO DEFENDÍA
El resto de la protección del poblado estaba en las casas, rectangulares y adosadas, unidas a modo de muralla que se podría defender desde arriba junto a los tejados. Y al poblado sólo se podría acceder por una puerta, la que estaría junto a la torre, con una calle principal por la que circularían personas y animales, todos, dentro del asentamiento.
Sin duda, este poblado de La Torre estuvo habitado hasta la llegada de Roma, desde luego, y aún más, y prosperó en el tiempo, dada la extensión alcanzada. Pero, la ausencia de excavaciones no nos hace saber nada más, ni cuándo sería abandonado, y si fue destruido, primero, a raíz de las guerras celtibéricas (conquista de Numancia en el 133 a.C.), o también después en las propias guerras civiles romanas en Hispania, en especial, en las guerras Sertorianas (82 al 72 a.C.). El de Gotor se sabe que fue destruido en las dos ocasiones (antes ya lo había sido otra vez, en un contexto aún indeterminado), como también quizá el de Trasobares, el del Tremedal (en los dos casos, ya nunca más se volvieron a ocupar). Pero, esto lo dejaremos para la segunda parte.
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