LA GUERRA DE LOS PEDROS
Este artículo ya lo saqué en el Facebook de Mesones los días 21 de mayo y 5 de junio del año 2021, en dos partes, tal como está también aquí en este blog. Únicamente he actualizado en la “2ª parte” lo referente a los matacanes de la torre alta, al haber descubierto después el plano del “coronel” del siglo XIX, en el que se veían todavía casi todos los matacanes de la torre alta. Con la intención, pues, de tener recopilada toda la información en este blog, iré copiando algunos artículos que ya aparecieron en dicho Facebook, no obstante, actualizados con los nuevos datos que existan en este momento, a fin de que la información de este blog esté siempre al día. Como ya dije, el que tenga interés en conocer el castillo de Mesones, debe consultar este Facebook de Mesones desde el principio de mis publicaciones, es decir, desde poco después de la aparición del libro de Eloy; en él está todo lo que he publicado sobre él hasta que abrí este blog.
LA GUERRA DE LOS PEDROS CAMBIÓ PARA SIEMPRE LA ESTRUCTURA ORIGINAL DEL CASTILLO TEMPLARIO DE MESONES
(1ª PARTE)
No sólo fue el arzobispo. ¡Qué equivocados estábamos con el hombre!
Cuando empezamos a estudiar el castillo (antes de Eloy no nos lo habíamos ni siquiera planteado; pensábamos que ya estaba todo estudiado, aunque viéramos cosas raras; decían que serían, como ya dijimos, porque nunca se llegó a terminar) queríamos diferenciar bien los diferentes elementos de los dos castillos, el de los templarios y el de D. Lope. Pero, pronto vimos que había todavía cosas que no encajaban en ninguno de ellos; parecía como que esta fortaleza se resistiera todavía a desvelar todos sus secretos y misterios. Pero, como ya dijimos, las piedras hablan.
La única explicación era que el hombre, el arzobispo, quiso aprovechar la buena piedra sillar de la construcción templaria para la parte noble residencial que estaba reformando, ya que todas esas almenas las hizo de mampostería. Pero, esto requería trabajar dos veces, quitar para poner; no tenía mucho sentido. Ahí lo dejamos de momento. Pero poco después fuimos viendo otras cosas que tampoco encajaban, en absoluto.
Por ejemplo, en las fotos de la sala restaurada de la torre sureste vimos que había en las paredes dos tipos de piedra muy diferente (se aprecia muy bien si se miran), y todo a una determinada altura, en toda la torre, que coincidía precisamente con la línea de piedra estrecha de adorno pegada a las esquinas (labrada en piedra sillar, una maravilla). Que dicha línea se terminara ahí, podía ser explicable, pero que la piedra ya fuera totalmente diferente arriba, a partir de ese punto, ya extrañaba mucho. Era como si la hubieran reconstruido (porque la hubieran derribado antes).
Esto ya daba mucho que pensar. Cuando estudiamos la torre de la almena alta y, sobre todo, la del centro del muro norte (ya dijimos que esta torre era también un baluarte defensivo interior del castillo templario, más adelante pondré el artículo en el blog), comprendimos que algo más pasaba que no podía explicarse sólo con la teoría de los dos castillos. En esta torre, la bóveda del subterráneo estaba cambiada, y el arco de la parte de arriba también. La razón, la habían destrozado antes. Después, las fotos del muro este con piedras arrancadas en su parte superior (que ya no reconstruyó el hombre), a la misma altura que el posible derribo en la torre próxima, terminó de confirmar lo que ya suponíamos.
Toda esa zona del lado sureste la habían desmantelado para debilitar la defensa por esa parte, y por aquí estaría la capilla templaria. No sería D. Lope, pues, quizás, quien, por simple capricho, la cambió de sitio, sino la guerra. Los hechos de la historia, a los que, de momento, no queríamos hacerles caso, por falta de referencias directas, nos mostraron al final la cruda y lógica realidad. Nos encontrábamos ahora ante tres castillos en uno, y no dos, como creíamos.
Llegado un momento, el rey de Aragón, ante la falta de recursos, en toda la parte occidental del reino (en la que estaba Mesones) siguió la estrategia de la “tierra quemada” (como hicieron los rusos con Napoleón y Hitler) y desmanteló todas las fortalezas que no fuera a defender. Se trataba de debilitar la defensa del castillo, por si lo tomaban los castellanos. Quizás, los propios habitantes de Mesones no estuvieran de acuerdo con esto y es posible que hasta retrasaran lo ordenado, o que no le pusieran empeño (aquí podían refugiarse bien), pero las actuaciones sobre el castillo hemos comprobado que fueron severas, y ya nunca más volvería a ser el mismo.
(2ª PARTE)
Desmantelar otro tipo de castillo diferente al de Mesones podría resultar factible y asequible, económicamente. El de Mesones, imposible, dada su fabulosa estructura, concebida por los templarios, como ya dijimos, para la eternidad (gracias a esto hoy lo disfrutamos). Lo único que pudieron hacer fue eliminar y debilitar aquellos elementos más defensivos del castillo, y que no conllevara además un excesivo gasto, ya que la cosa no estaba en esos momentos, como suponemos, para tirar cohetes.
Empezarían por las almenas de los muros, lo más fácil de quitar, que quedarían arrasadas hasta la altura del camino de ronda (salvo las del muro de la nueva puerta de entrada, ninguna volvería a rehacerse). Quitarían también los matacanes de todas las torres (todas las torres tendrían matacanes; tampoco volverían a reconstruirse nunca; D. Lope haría tan sólo ya un muro de mampostería para apoyarse) y, al menos, la mitad de los canes, para que no se pudieran rehacer tan fácil. Aquí dije en el artículo del Facebook de Mesones que “sólo dejaron, como hemos podido ver en las fotos antiguas, los (matacanes) que miraban al interior del castillo de la almena alta (eran pocos, ya que una parte, en origen, no tenía)”. Con el plano del coronel del siglo XIX, que algún día veremos en este blog, y que ya pudimos ver también en ese Facebook, comprobamos que no quitaron los de la torre más alta, la noroeste (ya dije también que sería porque no les dio tiempo).
En esta zona del camino de ronda el principal elemento defensivo estaba en la sala de la almena alta, concebida para ser el eje director de toda la defensa del castillo, y el lugar donde guardarían los elementos arrojadizos más ligeros y otros, el “polvorín”. Por ello, el suelo de esta sala fue desmantelado y, con ello, el camino de ronda cortado. Con esto también, las saeteras de la misma quedaban ya inutilizadas, y las de abajo cegadas por los escombros.
Al igual, desmantelaron el techo y el resto de plantas de la torre central norte (concebida como vimos, incluso, para una defensa interior dentro del propio castillo) y seguramente también el de la capilla y otros. Pudieron tapiar ahora la boca del subterráneo para salir del castillo, que estuviera en la zona de la torre central norte. No sabemos ya si después la descubrió otra vez el arzobispo (seguramente, alguien se lo diría).
Con todo esto, los elementos principales de defensa del castillo estaban ya tocados del ala. Pero, esto no era suficiente, debían abrir una brecha en los muros del castillo para poder acceder más fácilmente o, al menos, debilitar una parte. El punto elegido, el de mejor acceso, lo marcaba la propia montaña, que coincidía con la torre sureste (aquí siempre se podría hacer rampa). Toda esa parte fue desmantelada, al menos hasta una determinada altura, como ya pudimos ver; y por aquí estaría la capilla templaria, como dijimos.
Cuando el arzobispo se hizo cargo del castillo, el panorama debía ser desolador. Ya iba a tener razón, como vimos, el catedrático Abbad Ríos cuando dijo (por los escudos) que sería D. Lope el que “reconstruiría” el castillo; aunque sin saber el grado real de afectación. Ya dijimos que no estudió el castillo a fondo, se limitó a describir lo que a simple vista veía (no tenía tiempo, como vimos; si no, éste igual lo hubiera descubierto todo -ya nos dijo que la virgen era “templaria” o, al menos, del siglo XIII, que es lo mismo-).
Pero, vemos ahora que al arzobispo no le asustó en absoluto la destroza (parece, sin duda, como ya dijimos, que le tenía apego al castillo); al revés, quizás vio en este momento la oportunidad de reconvertir un castillo anticuado y obsoleto (es que antes era un “monasterio”), en el que él habría estado muchas veces, en un castillo “señorial”, más utilitario y ya más en los gustos de su época y, sobre todo, la de trasmitir con ello a la historia un legado imperecedero, aunque para ello tuviera que gastarse buena parte de su patrimonio (y lo hizo).
Y, sin olvidar, por supuesto, que, al final, era también en estos momentos el “heredero” de los antiguos constructores del castillo, de los guardianes de la virgen del castillo, y que ahora él había tomado el relevo. Por ello le construyó, aquí en el castillo, la capilla más bonita del mundo. Perpetuó en Mesones el culto a la Virgen, la de los Ángeles, la del castillo. Quizás, al final, el hombre fue el que salvó definitivamente al castillo. Si no lo rehabilita, quizás, podría haber servido de cantera durante siglos: desde el siglo XIV ya no quedaría nada.
Eloy, en su libro del castillo dijo: “qué equivocado he estado con don Lope”. Yo ahora digo lo mismo, y prometo no volver a decir nunca que el arzobispo reformó el castillo “a su antojo”, como mucho, a su gusto.
Autor de las fotografías: Lucio Barcelona Cimorra
Ahora se comprenden muchas cosas.
ResponderEliminarMuy explicito me ha encantado el relato y las fotos felicidades y muchas gracias por todo lo que estàis haciendo
ResponderEliminarExcelente trabajo.
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